miércoles, 29 de mayo de 2013

En tu nombre: Charo y el arrebato

Ella dice que todos los amaneceres vienen cargados de truenos y que hay días que ni se ve el fin del cielo. Sabe que su queja, lo suyo, es pan nuestro de muchos y que las ilusiones son parecidas a los espejismos, que sólo los vive quien dice verlos, a veces para reconocer que a la vida hay que ponerle un cristal de color de cuando en cuando.

Foto "Diario Vasco"
Ella vive cada cosa como un caso especial, que para eso ha dado media vida por conseguir que lo que piensa se parezca a lo que piensan los demás también sin pensar en ella misma. Y sabe que mucho de lo que ella es lo aprendió de quienes le daban sopa e ideología al medio día y un "salud" para cada noche.

Tiene valor, suena a trueno de vez en cuando. Pero ella es así, por eso envuelve su pie pequeño en bota de piel de carlista, como le dice un amigo que la quiere bien y le asombra tanto valor continuado entre tanta hojarasca que arde como ascuas, para ser nada, o se la lleva el viento de hoy para mañana. 

Le cuesta reconocer que los suyos le duelen más. Especialmente los que dicen que son los suyos y pasa las horas frunciendo el ceño, escudriñando si son los propios o es carnaval por estas fechas.

Tiene el hervor a flor de piel y la sonrisa se le escapa como si no quisiera enseñarla, entre los labios fruncidos como quien se ajusta un cinturón en el almario. 

Anda escupiendo diablos estos días porque aquellos que fueron de su padre y el de ellos se han pasado al lado opuesto del camino, cortando de cuajo tanta ilusión y esfuerzo de tantos viejos y algunos nuevos. Se han pasado a la zona oscura del futuro, donde ser públicos o clandestinos es igual porque no se les nota. Más ahora, que andamos todos reclamando ojos abiertos para las mentiras que vuelve a mandarnos.

Piensa que ya no son de nadie y le duele más su propia orfandad que los errores ajenos. Le cuesta perdonar y esperar, pero lleva peor que le cortaran el hilo de su creencia, ese que va de padres a hijos o a hermanos recorriendo la historia porque sobre ese hilo que ahora han roto caminan cientos sin otro apoyo. 

Hemos quedado un día de estos que ya vienen, con un café delante para contarle que su ira de hoy tiene un pasado en el que germinaron la desgana y la tropelía que a ella más le duele. Explicarle que ese hilo roto vuela por un soplo del viento desde hace décadas, cuando unos callaron convencidos de que era mejor vender seguros que mover fábricas, que era más útil comer con Fabián Marquez, el de la CEOE, que en aquel Bocho de San Bernardo, donde compartías los chipirones y escribías historia con la tinta. 

Va a ser de día pronto, pero es mejor dejar escritas las ternuras a estas horas, que las mañanas las carga el diablo de arrebatos. 


Edimburgo, de madrugada

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