jueves, 23 de mayo de 2013

De san Atón a santa Rita: El bienio negro de Navarra y Unión del Pueblo Navarro

Ahora que se cumplen dos años desde las últimas elecciones autonómicas y municipales en Navarra, los hechos y las fechas adquieren una visión más trascendente, por la importancia de los mismos y para mirar hacia el futuro, incierto frente a un pasado sorprendente.
De aquellas, tan cercanas aún elecciones, el hecho más desatacado tal vez fuera entonces la presencia de una mujer, Yolanda Barcina, encabezando la candidatura a la presidencia del gobierno después de ser alcaldesa de Pamplona durante tres legislaturas y que sustituía a su antecesor y protector, Miguel Sanz Sesma. UPN había despedido el siglo XX (año 2000) con Sanz como presidente del Gobierno foral, aunque ya había dejado de liderar el partido, y con una mujer como primera alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina (nacida en Burgos). Ambos se habían repartido el poder foral y de la capital yendo de la mano a las mismas elecciones autonómicas y municipales, las de 1999.
Yolanda Barcina, presidenta del Gobierno de Navarra
y de UPN
La hoy máxima dirigente de UPN y del Gobierno foral ya tenía una en 2011 una intensa experiencia en ser “la primera” en su carrera política; desde luego, la primera mujer que alcanza en Navarra la mayor cota de poder en pocos años, exactamente catorce, ahora que acaba de cumplir sus 54 (4 de abril 1960). También fue la primera mujer candidata y alcaldesa de Pamplona (1999), la única persona que preside el Ayuntamiento de Pamplona en tres legislaturas consecutivas, la primera mujer presidenta de UPN (2009) y, finalmente, la primera mujer presidenta del Gobierno foral (23 junio 2012). Y fue asimismo fue la primera presidenta de UPN en tener que defender su gestión en el congreso del partido (marzo 2013) frente a un candidato alternativo, el propio presidente del Parlamento y anterior secretario general con Sanz, Alberto Catalán; un congreso que ganó en una discutida votación.
Con ella en el Gobierno da comienzo un ciclo que vendría a romper los cauces tradicionales de la vida política, institucional y económica navarra. Seis meses antes de las elecciones de 2011, Caja Navarra se integraba en Banca Cívica en el salto que le llevaría a su desaparición. Todavía era presidente de su Consejo de Administración Miguel Sanz.
UPN gana las elecciones pero dos años después es público el relato de enfrentamiento abierto y el despecho del expresidente con la propia Barcina antes del congreso de UPN, hace solo dos meses. UPN gana pero pierde 28.900 votantes con la exalcaldesa como candidata y se rompe ese respaldo superior al 40% de los votos conseguido por Miguel Sanz cuatro años antes; el partido regionalista baja al 34.5% y desciende de 22 escaños a 19. Con el objetivo de gobernar de nuevo, explora por primera vez la posibilidad de incorporar a los socialistas al Gobierno, para hacer un frente común ante el crecimiento de la izquierda nacionalista, dividida pero reforzada.
Convertido en la bisagra que puede hacer gobernable Navarra, el PSN-PSOE decide formar parte de ese nuevo Gobierno encabezado por Barcina y acepta, entre otros cargos, la vicepresidencia primera. Gobernar juntos era una aventura no experimentada en Navarra y significaba, para UPN, no controlar inicialmente la totalidad del Gobierno. Esa alianza, que Barcina consigue sacar adelante del seno de UPN, es una alianza imposible, porque Barcina no es el hábil Pepe Blanco ni Roberto Jiménez es Juanjo Lizarbe o Carlos Chivite, sus antecesores en la secretaría general socialista. Y, sobre todo, porque la crisis económica se planta en la Plaza del Castillo pamplonica como en el resto de España y el PSOE de Rubalcaba tampoco ya es el mismo, incluso a pesar suyo.
El PSN, como UPN, pensaron que la “aventura popular” de Yolanda Barcina se había cerrado cuando, al borde de la ruptura, se crea el PP navarro y Barcina decide seguir en UPN, aunque condicionando su marcha a contar con el poder en el partido regionalista. Es muy probable que para la mayoría de UPN, como para todo el Partido Socialista, el encuentro de Yolanda Barcina con José María Aznar en Marbella en otoño de ese mismo año fuese un acto amistoso, leyenda se dice. No obstante, en esa reunión comienza a plantearse el segundo objetivo real de Barcina: El primero, ser elegida presidenta en el Parlamento con la única mayoría posible, la de UPN y PSN juntos y conseguir la estabilidad inicial del Gobierno, con el socialismo haciendo de frontón en el Parlamento. Y, en segundo lugar, hacerse con el poder completo del Gobierno y dejar de compartirlo con el PSE. A pocos meses de formar gobierno, la presidenta de UPN busca con el Partido Popular la forma de respaldar la política de Mariano Rajoy, confiando en que el débil socialismo navarro siga la huella del derrotado José Luis Zapatero.
Solo ha pasado un año desde que se hubiera formado el nuevo Gobierno y ya es público el enfrentamiento entre los dos vicepresidentes, Roberto Jiménez y Álvaro Miranda (imputado en el caso Caja Navarra como consejero de Economía y Hacienda). Después de varias intervenciones públicas que evidencian esa profunda discrepancia, Barcina expulsa con nocturnidad a su vicepresidente y aliado: “Navarra no se merece un vicepresidente así”. Barcina decidido seguir sola. Roberto Jiménez decidió continuar siendo secretario general de un impávido PSN.
EL ABISMO DE UPN
La personalidad de Yolanda Barcina -su estilo de gobernar y de entender la política- se extiende desde su gestión en el Ayuntamiento hasta el Gobierno foral y a la propia UPN. La presidenta del Gobierno se queda desnuda de poder frente al Parlamento pero, sobre todo, deja UPN al borde del abismo político que su partido ha venido describiendo desde hace tantos años: La legalización de la izquierda abertzale, el avance del nacionalismo moderado navarro y, finalmente, la llegada de los partidos nacionalistas al poder. Peor aún, en su visión obsesiva, un escenario en el que las referencias políticas son el regionalismo autónomo de UPN, una derecha siempre débil, con mayorías insuficientes y sin el respaldo de Caja Navarra, y el nacionalismo vasco-navarro, financieramente solvente y con una clara capacidad de avance social.
Un año después de ganar las elecciones de mayo de 2011, Barcina descubre lo que es la minoría parlamentaria; encuentra enfrente un Parlamento que mayoritariamente pide su dimisión (incluidos sus exsocios de Gobierno) y ve cómo la oposición termina por presentar una moción de censura que no fructifica cuantitativamente por la abstención del PSN pero deja en la pared la marca histórica de la primera moción contra quien ocupa la presidencia del Gobierno de Navarra. Nunca, ni en minoría, UPN había vivido una experiencia de este tenor que evidencia, de manera clamorosa, la incapacidad del partido de la derecha navarra para llevar adelante su proyecto político ni económico, el que podía desarrollar desde la CAN en las afueras de las instituciones.
Llegar a un Congreso como el de marzo pasado en el Baluarte de Pamplona, con dos candidaturas abiertamente enfrentadas y que una de ellas la encabece el presidente del Parlamento, Alberto Catalán, también es una cultura ajena a UPN.
Tampoco la crisis económica se ha cebado en Caja Navarra. Parece evidente a estas alturas que son las decisiones políticas de décadas y las empresariales de la última legislatura del Miguel Sanz presidente, con Enrique Goñi a su derecha, una de las instituciones más conservadoras de la banca española y la que emprende el sprint de la expansión más sorprendente en tiempo de crisis. Barcina ya está en el comienzo de esa crisis en el Consejo de Caja Navarra cuando se decide crear la Comisión Permanente, cuya constitución y dietas investiga la juez de Pamplona. Ella es el aro central que une durante este bienio negro las cadenas de las crisis navarras.  
Dentro de un año justo tendrán lugar las nuevas elecciones al Parlamento europeo, que el PSOE teme como un nublado y a las que van destinadas todas las estrategias de ese partido durante los próximos doce meses, desde la Conferencia Política de octubre hasta unas eventuales elecciones primarias anticipadas. Llegar a ellas en Navarra sin mover un ápice la realidad política presente no es imaginable, como no lo es que el PSN-PSOE permanezca hasta las elecciones europeas sin mover la ficha que se le reclama incluso dentro del socialismo navarro. Yolanda Barcina espera llegar a ellas sin descolocarse, aunque sea en minoría, porque sabe, como siempre ocurrió, que el PSN contiene la aguas. El riesgo, ya se sabe, es que este bienio negro de la presidenta Barcina lo sea también para el socialismo navarro.


Publicado en Diario Noticias de Navarra. 24 mayo 2013

http://www.noticiasdenavarra.com/2013/05/23/opinion/tribuna-abierta/el-39bienio-negro39-de-navarra-y-upn

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