domingo, 12 de mayo de 2013

De ETA al PSOE: La distancia militante de Gaizka Fernandez Soldevilla (y IV)


Gaizka Fernández Soldevilla: “Héroes, heterodoxos y traidores. Historia de Euskadiko Ezkerra (1974-1994).

En este país, el vasco, los héroes recientes suelen ser víctimas, como se dice, de un terrorismo u otro, depende desde donde se mire. ¿La historia de Euskadiko Ezkerre es un alarde de heroísmo, de supervivencia en una sociedad rota, o un rastro menor mitificado?
Gaizka Fernández Soldevilla y José Luis de la Granja
Un héroe es un personaje que ha sido idealizado, mitificado, que un partido o un movimiento ha construido como símbolo viviente. Si muere por una causa, además, se transforma en mártir. Normalmente son utilizados como modelos de emulación, para que los creyentes los imiten. Eso es muy evidente en el caso de los etarras, como bien ha estudiado el profesor Jesús Casquete. En mi libro, y de ahí el título, dedico algunas páginas a investigar cómo Mario Onaindia, Teo Uriarte y tantos otros etarras fueron considerados héroes en su momento, pero en cuanto se salieron un poco del guión pasaron a ser vistos como traidores. ¿Por qué? Porque en el imaginario maniqueo de la “izquierda abertzale” solo hay cabida para dos categorías: nosotros o ellos. Y, como hilo conductor, el odio. De ahí provienen muchos de los grandes problemas de la sociedad vasca. De los que tuvo y de los que sigue teniendo. Mi colega Raúl López Romo lo explica perfectamente en nuestra obra “Sangre, votos, manifestaciones”.
No creo que los euskadikos fueran ni una cosa ni otra, ni héroes ni traidores. Tuvieron el valor de evolucionar en una coyuntura en la que era más sencillo callar y seguir la corriente. Esto tuvo un coste a nivel personal y social que hay que reconocerles.
¿Qué rasgos principales definen ese “nacionalismo vasco heterodoxo” que usted menciona en su libro?
Aunque Juan Mari Bandres fue el primero que empleó ese término, ha sido José Luis de la Granja quien acuñó el significado del nacionalismo vasco heterodoxo. Esta débil y discontinua corriente se ha caracterizado por una serie de rasgos político-ideológicos. En primer lugar, el suyo es un nacionalismo no aranista, que rechaza la mayoría de los dogmas del fundador del PNV (los mitos históricos, el antiespañolismo, el clericalismo, el antimaketismo, la estructura confederal del País Vasco, etc.). Así, su concepción de la nación es voluntarista, subjetiva, integradora y pluralista. No obstante, los heterodoxos siguen considerando a Euskadi «la patria de los vascos», por lo que tampoco pueden ser calificados de antiaranistas. En segundo término, generalmente se han ubicado en la izquierda, ya sea en posiciones liberales (ANV) o socialistas (ESEI y EE). Tercero, dichos grupos se han aliado preferentemente con partidos vascos no nacionalistas, con algunos de los cuales incluso se han fusionado. De igual manera, han rechazado cualquier frente abertzale excluyente. En cuarto lugar, el objetivo político prioritario de los heterodoxos ha sido lograr «una Euskadi autónoma en una España democrática», ya que consideran que España no es «el enemigo» ni el «Estado opresor», sino una realidad histórica y plurinacional dentro de la cual el País Vasco puede encajar manteniendo su personalidad. Así, han sido los más firmes partidarios de la solución autonómica, renunciando al horizonte independentista o relegándolo a la pura retórica. Además, han sido las únicas formaciones abertzales que han aprobado una Constitución española (ANV implícitamente la de 1931 y EE expresamente la de 1978, aunque con diez años de retraso).
El nacionalismo heterodoxo nunca ha logrado consolidar un espacio político propio. Siempre ha estado tierra de nadie, encajado entre el PNV y el PSOE y su papel se ha visto reducido a ejercer de «bisagra» entre ambos. Por eso socialistas y jeltzales han terminado por absorber los restos de estas fuerzas tras su declive electoral. A pesar de todo, su fiasco político no debe ocultar los méritos de los heterodoxos, como su contribución a la modernización y democratización del nacionalismo vasco, su papel en la vertebración de Euskadi y, por último, su actividad a favor de la solución del problema vasco, incluyendo la integración pacífica de Euskadi en la España de las autonomías. De la Granja ha clasificado como abertzales heterodoxos a algunas personalidades de la Restauración (Francisco de Ulacia, Jesús de Sarria y Eduardo Landeta), a la ANV de la II República y la Guerra Civil, a ESEI durante la Transición y a la EE resultante de la convergencia entre EIA y el EPK de 1982.

Tantos años después ¿la libertad sigue teniendo precio?
Por desgracia, en Euskadi la libertad individual, la conciencia crítica, la defensa de la pluralidad, la apertura intelectual o incluso el trabajo científico han tenido un alto precio. Por eso muchísima gente no ha estado dispuesta a pagarlo y ha preferido mirar hacia otro lado ante todo lo que ha pasado. ¿Cuántos ciudadanos han disfrutado de la prosperidad mientras a su vecino lo insultaban, lo agredían, lo silenciaban, lo mandaban al exilio o lo asesinaban? Decía Mario Onaindia que el problema vasco era la falta de piedad. Desde luego, ha sido uno de los muchos problemas de los vascos.
Desde que ETA anunció el alto el fuego ese precio ya no se paga en sangre, como había ocurrido durante décadas, pero sí en otros planos, como el social, el laboral, el cultural, el mediático, etc. Hay mucha gente que ha quedado injustamente postergada en el País Vasco o se ha tenido que ir. Y también, hay muchos vascos cuyo pasado ha sido borrado o tergiversado, algo que nos preocupa a los historiadores. Si no lo evitamos, como en la novela “1984” de Orwell, dentro de unos años el nacionalismo radical habrá rescrito la historia a su imagen y semejanza. En ello están.
Como historiador, mi papel es intentar que se sepa lo que ocurrió, con sus luces y sus sombras. Cromwell exigía a sus pintores de cámara que le retratasen con verrugas y todo. Eso es lo que me he propuesto con este libro. Es la única manera de desterrar los mitos, las mentiras interesadas y el relato de un supuesto “conflicto vasco”, que es el eje sobre el que ha pivotado aquí el odio y, por ende, el terrorismo de ETA.
Tantos años después, ¿son más necesarias para el PSOE y el PSE las siglas EE de Euskadiko Ezkerra?
EE tenía ciertos rasgos característicos que el PSE no supo aprovechar, como su vasquismo o su funcionamiento democrático y horizontal, que no tenía parangón con ningún otro partido político. Aunque se quedara con las siglas, el PSE-EE desperdició la mayor parte de la herencia de EE, al igual que no fue capaz de integrar a muchos euskadikos experimentados. A estas alturas, las siglas sólo tienen valor sentimental. Probablemente las nuevas generaciones ni siquiera sepan lo que significan, pero probablemente al PSE-EE le resultaría útil recuperar el contenido de EE de cara al contexto político actual. La política tradicional está tan desprestigiada que un giro así tal vez funcionase. Pero una renovación de esas características, que no deja de tener sus riesgos, depende de la voluntad de los propios socialistas vascos. 

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