miércoles, 7 de febrero de 2018

SARGADELOS Y LAS MUJERES DE ISAAC DÍAZ PARDO

Hace años, más de once, el periodista Xosé Manuel Pereiro escribió para el diario El País una crónica sobre la crisis  de la fábrica de porcelana gallega Sargadelos. Esa crónica la titularon “Platos rotos en Sargadelos”. El título era cierto, pero no trasladaba la gravedad de esa crisis, porque no fue una simple riña famiiar.

En Sargadelos se cruzaba el arte, la industria, Galicia, el nacionalismo moderado de esa tierra, y los sueños de algunos artistas muy concretos de una época gloriosa de Galicia que la dictadura o el tiempo se llevó por delante.  Los platos rotos vinieron después de una larga historia de crecimiento, expansión  y portación de eso que muchos dan en llamar “marca Galicia” si no hubieran echado antes tanto chapapote sobre esa imagen de país.

En resumen, el fundador de la cerámica gallega perdió el control del grupo empresarial, porque pocas veces el arte y la industria se entienden en las mismas manos si no hay voluntad  y acierto por ambas partes.  De esa historia, de esa herencia, quedan figuras en cada rincón de Galicia y en una infinidad de casas de todo el mundo. La concha vieira del apostol Santiago y una figura, un plato o un vaso de cerámica de dibujos geométricos azules son parte de Galicia, como la lluvia, el mar y el deseo de volver que llamamos morriña.

Entre aquellos artistas e intelectuales que dieron luz y altura a Sargadelos sobrevivió Isaac Díaz Pardo, que fue la voluntad que se enfrentó a los supuestos nuevos tiempos (aún hoy, tantos años después, continúan los planes de reestructuración, disección, achicamiento). Él fue presidente de la Fundación que, a última hora se creó con la intención de aglutinar todas las partes de la empresa. 

Admirado, valorado y querido, Díaz Pardo es insigne en la historia de Galicia por encima de muchos otros compañeros suyos y de algunos mitos que el costumbrismo , la derecha y el nacionalismo más reciente alimentaron con tópicos y negocios.

Una pequeña parte de la inmensa obra de Díaz Pardo son estas piezas, que él diseño y vigiló hasta convertirlas en figuras de porcelana, casi vivas, a veces inquietantes, siempre personales. Sólo son tres de un grupo algo mayor. Pero valgan como homenaje a ese artista pluridisciplinar y a esa siempre cercana y deseada Galicia.