miércoles, 18 de abril de 2012

Disculpe si me opongo


Se va extendiendo la tesis de que la política de Estado, esa actitud responsable ante el cuernitoro, exige de la oposición una postura de adorno torero después de la faena, mientras el bicho da media vuelta y busca de nuevo el cobijo de la sombra, con la seguridad de que el espada ya no pincha en su cuerpo ni marea la vista con el capote. Es ese toreo que se ensaya en el salón social, cuando se tiene más en cuenta la opinión de los críticos que nos rodean y no se descuelga ni un músculo del maestro más allá de los cánones. Y así es como quien gobierna intenta clavarla hasta el corvejón, sin cortesía ni compasión para el mostrenco, en la seguridad de que mantendrá impasible la posición ensayada bajo la mirada cortés de la corte luego tan insaciable.

La tarde/noche de las elecciones recientes en Andalucía y Asturias ya fue un alarde de cortesía: Hasta que no salieron ante las cámaras todos los contendientes de izquierda a derecha, incluido ese limbo de UPyD, y hasta que la semipotenciaria secretaria general del PP, Dolores de Cospedal no bendijo con falsa agua bendita el fallido éxito de su partido en Andalucía…. Hasta que todo eso no se produjo y cuando ya los informativos y sus tertulianos pasaban hoja no apareció, como ya descontada, la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, para alegrarnos la espera y con la vieja/nueva noticia de que la tierra del sur sigue teniendo sangre roja en las venas.

Parecería que fue ayer todo esto, que pertenece a otro tiempo, hasta que en la primera comparecencia pública del virrey secuestrado, el gallego Rajoy, se dejó caer por el Parlamento por inevitable y escuchó del máximo representante de la máxima oposición numérica que seguimos abiertos a los pactos de Estado: por responsabilidad de ese mismo Estado, porque somos la oposición, mire usted, y nuestra responsabilidad nos compromete con el futuro del país, aunque sea usted quien decide directamente o como ente interpuesto la política de Estado y quien anuncia por boca propia o ajena que una nota de Prensa es suficiente para calmar los mercados (¿) y yo me piro por el garaje en un alarde de responsabilidad.

Leemos en la Prensa cómo las reuniones sobre política de Estado se desvelan con luz y taquígrafos para asombro de extraños, declaramos nuestro asombro y nos volvemos a unir contra Isabelita Kirchner por lo de YPF, que es igualmente razón de Estado, un mal Estado en este caso.

Hemos vivido la mayor huelga general de la década con el carnet escondido en el forro de la cartera para no descomponer la postura ni romper el artificio, y hemos leído hace pocas horas que a los parados que cobran subsidio, a los pensionistas que ya cotizaron, a los que ingresan menos de 100.000 euros/año… toda esa extrañamente llamada clase media, se le aplicará el repago de las medicinas. Mientras sigue resonando aquello de que los enfermos crónicos no deberían ser atendidos por la Sistema Nacional de Salud o que –versión más extrema del mismo discurso- los parados pueden incrementar sus ingresos donando sangre. Después de todo, estamos condenados a sangre, sudor y lágrimas desde que nacimos, como bien se sabe, y que la sangre del látigo es parte del salario para los empresarios farmacéuticos de este país.

Llegamos así al último movimiento de posición desde la oposición por boca de la exministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, quien señala que el repago de medicinas. "Es una medida ineficiente, se ha hecho de manera apresurada y mal". Es una suerte que sea la representante de la oposición para temas de salud y ya no lo sea en temas de política exterior, que le hubiera dotado de mayor perspectiva.

¿Medida ineficiente? ¿Apresurada? ¿Mal hecha?. Da igual como se llame esa postura en el arte de Cúchares, eso del toreo. A fecha de hoy y en el suelo que pisamos, se llama faena de aliño, como “no me gusta del todo” o algo así, en todo caso lejos de lo que exige el guión de la compostura y más cerca del socio al que no le consultan,

Alienta leer hace días el artículo del exministro de Justicia (un accidente en su vida profesional) y catedrático constitucionalista Fran Caamaño, tan poco sutil cuando hablaba del trasfondo de la reforma laboral, como excusa, para hablar de injusticia en esencia pura. Frente al aprovechamiento abusivo de las necesidades ajenas y el desprecio a la dignidad de las personas en nombre del empleo y la eficacia productiva, la Declaración de Filadelfia fue, sobre todo, una alternativa ética a los desmanes de la economía de mercado y de la sociedad industrial del momento”, decía Caamaño, hablando de una fecha de 1944, la de la XXVI Conferencia Internacional del Trabajo en las vísperas del conocido Día D de aquella Segunda Guerra Mundial. La nueva norma desampara al trabajador y espera de él que se porte como un héroe, resumía.

La derecha televisada y la televisiva piden que seamos optimistas, que no caigamos en el pesimismo. Como si la consigna a difundir fuese “que se lo crean y así callen”, como si la oposición inundase todos los días la calle y en las Cortes sin Bono los maletillas hubiesen asaltado el ruedo. No seamos pesimistas, pero tenemos derecho, y a lo mejor la obligación de Estado, a que haya oposición, la que la sociedad merece siempre y no termina de ver.

(Sin perder el sentido del humor ni el escepticismo, fue maravilloso ese pase del delantero del Chelsea frente a la portería del Barça. Desde un lado del área pasó el balón por delante de la portería hasta el otro lado y su compañero remató. ¿Será un vaticinio?)

1 comentario:

  1. Aurelio,

    Extraordinario artículo.

    A mí también me encantó el artículo de Caamaño. Un tipo, como bien dejas caer entre líneas, al que le cabe el Estado en la cabeza y cuyo prestigio ha sido cuestionado por el delito de haber sido ministro socialista.

    En ese artículo hay más materia gris, reflexión, rabia contenida y principios de izquierda/socialdemócratas que toda la labor de "oposición" desplegada desde que Rajoy es presidente.

    En tu artículo también.

    Saludos

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