Ella era consejera iluminada (por focos y afectos) del Gobierno PNV-PSE-EE, con un nivel de popularidad muy alto en Euskadi y en su mano tenía las riendas del desarrollo económico y cultural del turismo vasco. Era necesario que llegase tarde, sola, en su coche oficial, sin mas disculpas que dar. Todos entendíamos la importancia de la visita. Sola se fue exactamente siete minutos después para no llegar tarde a su cita posterior, con la presidenta del Parlamento foral de Navarra, Lola Eguren, aquella espléndida figura del socialismo de porcelana inventado por Urralburu. La visita institucional era obligada. Y allí se fue sola, como vino, a verse con la otra candidata, pequeño detalle, en aquellas primarias del PSN-PSOE.
Solo años después me la volví a encontrar, de nuevo sola, optando a la secretaria general del PSOE cuando Zapatero les gano la mano o la noche al resto de candidatos/as. Algo más acompañada, circunstancialmente, la observe cuando dió el portazo en la cara de los socialistas vascos en su descenso solitario hacia los colores mixtos de UPyD, donde pasea a hombros de cabreados, reclamados y otros ilustres adyacentes. Sigue mirando desde arriba, desde donde los que andan solos creen ver mejor el mundo. Y sigue llegando tarde -o nunca- a las citas importantes, salvo que vengan gráficos.
Solo El Pais ha hecho un favor mayor que el suyo a los diputados de Bildu en el Parlamento español. Esa página completa de días pasados sobre el transcurrir de su nueva vida en democracia parlamentaria en el Madrid de España ha quedado ya del color daguerrotipo, invariable para el futuro. Una historia que nos gustaría que nos pareciese aún más lejana, más segura. Pero ella, como un nuevo Cagancho en Almagro. Se atrevió con todos. "Dejadme sola" podía haber dicho. Pero dijo " Nada sin mí". Y volvió a paladear el amargor de la soledad.
Sin querer, Rosa Díez -de ella hablo- dio contexto al acuerdo más improbable, extendió una piel de cordero sobre las alfombras restauradas del Congreso y le dio a todos en mano su mejor regalo, el único que le es posible: un nuevo pedazo de soledad. Esa sombra que la sigue, que no puede compartir aunque quiera, ni aun llegando a tiempo a las citas con presidentas socialistas de Parlamento que más tarde, como ella, se echan en manos de las hambrientas tinieblas que rodean la derechas española, siempre una y trina.
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