lunes, 6 de febrero de 2012

Por favor, muérete

Seguro que esa enfermedad tiene nombre propio, uno de esos que los investigadores suelen poner apurando el diccionario latino o la aproximación al vademecum farmacológico. Seguramente es verdad que existe una patología que se origina en el cruce de la cuenta corriente y la ideología. Con seguridad, lo más inseguro en la vida es la solidaridad. Tan incierto como los cambios del IBEX, como las declaraciones sobre el bien público o eso que denominamos hasta el hartazgo como estado de derecho. Nada hay más inseguro que el futuro al día siguiente de una velada electoral; de un baile de otoño en el balcón a la luz de los bengalas y las banderas. (Un día habría que hablar de las manos que mueven las bengalas y las banderas).
Se llame como se llame, esa enfermedad pervierte la percepción de la sociedad a través de las veinte cifras de una cuenta corriente o de una sobredosis de fervor liberal. Cuando ambas circunstancias van unidas hasta nos puede salir un líder, o una lideresa.
Las realidades humanas, las sociales, no las individuales, suelen tener poco significado cuando las crisis aprietan. Generada la desconfianza, expoliados los recursos o topada nuestra capacidad de invertir en bienestar, todos estamos colocados ya en la lista de espera del ajuste, pero el tiempo, nos anuncian, no trae un ajuste, nos trae un tajo, que atraviesa igual de una parte a otra del cuerpo, pero más rápido.
Por los hospitales siempre vemos correr lo mismo: médicos, neumonías y rumores. Por el Hospital Doce de Octubre corre también la voz de que los enfermos que no avanzan deben ir a su casa, o a una residencia pública -si cuenta con menos de 6.000 euros en su cuenta de 20 dígitos- o al sector privado. Nada nuevo si hablamos de Madrid, basante común ya en otras tierras, donde ese cuarto pilar del Estado que Zapatero dibujó ha ido borrándose con migas de pan.
Cuando a una viceconsejera de Asistencia Sanitaria del Gobierno madrileño le parece increíble que los enfermos crónicos sigan siendo atendidos por el Sistema Nacional de Salud; cuando un Gobierno regional decide retirar la atención sanitaria a los vecinos del otro lado de la muga; cuando en Villatierra no se aceptan las recetas farmaceuticas de Villafango, caemos en la cuenta de las tres mentiras de ese Sistema Nacional de Salud. No ha sido el estado de las autonomias quien ha pervertido el Sistema, sino la mente dañada de cuentas corrientes suficientes y empacho de insolidaridad, el punto de vista de quienes han utilizado el Sistema para irlo desmembrando en lo nacional, para que cada vez fuese más imposible como público y la Salud se volviera a valorar por la cotización económica de cada quien.
A la viceconsejera madrileña le ha estallado el subconsciente en la boca, ahíta de heroicidad frente a la crisis, como una María Pita cualquiera sin pasado, sin causa y sin rubor.
Le enviaremos flores a Patricia. Mientras, vamos pidiendo a nuestros crónicos que, por favor, se mueran antes de que se agote el saldo.

1 comentario:

  1. Amigo, ¿cómo no estar de acuerdo? Soy crónico, así que me dejen morir ¿no?

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