jueves, 31 de mayo de 2012

Puntos cardinales: Al Oeste, Portugal


Subidos en la muralla, el sol se va durmiendo poco a poco con luz cegadora y filtros rojizos o amarillos o granates o los grises de la bruma del rio que se deshace en un abrazo con el mar. Desde aquí aun se percibe el olor del otro lado de nosotros mismos, el de la Galicia mas inmediata y siempre mas lejana por tantos y para tantos. 

La sombra nos refleja en la bocanada de mar, en el acantilado de roca verde y las hendiduras de arena en esta mellada dentadura que es la costa. Desde aquí arriba el nordest es un viento que te empuja a unirte en esta escapada hacia un solo país, en este alejamiento de historias rotas, de futuros reintentados y aplastados como viejos de vida eterna, como enamorados condenados al muro de por medio, siempre escuchándose y sin verse nunca. 

La saudade es un sentimiento compartido, la añoranza de un presente imposible en una línea común llamada frontera, trazada sobre una hoguera invisible pero abrasadora que transcurre de norte a sur como una ruta de olvido.

Aquí arriba, sobre esta almena que nos defiende de nosotros mismos y donde los otros son tan iguales que parecemos uno, la geografía de las emociones allana los montes y el verde se extiende hasta confundir mar y tierras en un solo mapa, marcado a dentelladas.

Hace tantas primaveras... pero aun pegada a la piel llevamos el olor a sardina popular de aquella calle lisboeta de nombre Rocío y el organillo bipolar que acompañaba el insospechado quejío en fado de esa María de apellido Creusa, Faranduri, Pontes, Flores, Callas.... porque el nombre es lo de menos cuando la voz te estremece de esa forma. 

Calle abajo, hacia el mar, somos poco en esta riada de historias humanas y desconsuelos coloniales. Visto desde aquí arriba, en este oeste que es nuestro y tan ajeno es una tentación pedir la llave de la vieja iglesia de Saramago y rezar quedinho en este recuncho gallego, portugués, ibérico, punto cardinal en el que las fortalezas son lo que fueron, hijas del miedo, y nuestra vida cascotes de memoria entrelazados. 

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