martes, 15 de mayo de 2012

Los pies de barro de Europa

Cuando Abel Caballero, exministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones con Felipe González y hoy alcalde de Vigo, se aburrió de la pelea partidaria socialista en Galicia, se retiró al monte y escribió varios libros. Abel es doctor en Economía por Cambridge, lo que siempre llevó a gala. Por eso no era fácil adivinar lo que escondía en aquella novela de trama histórica titulada "La elipse templaria" (2001), en la que se narraban las guerras entre la Santa Sede de Roma, Santiago de Compostela y los territorios centroeuropeos, con los templarios de por medio y como hilo conductor de esa intrigante historia.


En realidad, el exministro escribidor ya nos estaba narrando los antecedentes de esta pugna que algunos califican como la más moderna pugna entre capital y ciudadanía, los dos conceptos que se aliaron con el final de la segunda guerra mundial en aquel pacto de caballeros destrozado ahora por los primeros, un debate/pugna que venimos denominando crecimiento/austeridad, derechos/estabilidad fiscal y que no es una nueva batalla sino la reanudación de aquella que se paró cuando una mañana vimos el humo de los hornos crematorios o los cuerpos abrasados por una bomba nuclear.


Recortables

Ese ciclo de convivencia inspiró a la derecha política europea durante todos estos años y dio origen a las décadas de mayor progreso ciudadano, lo que siempre parecerá algo menor mientras lo sigamos llamando Estado de bienestar. La inspiró hasta que un outsider francés de apellido Sarkozy que quiso imponer su original grandeur y hasta que, con los calzoncillos arrugados en los pies por su propias flaquezas humanas y políticas, siguió las huellas de esta nueva Margaret Thatcher alemana, señora Merkel. 

Ludolfo Paramio, lúcido como siempre, decía que Merkel silbó a los lobos financieros para poner fin a esa etapa de entendimiento entre capital y sociedad cuando avisó que algunos países (Grecia, España, Italia, Portugal e Irlanda) podrían ser corderos sin redil ni lana para aguantar mucho tiempo las dentelladas de una crisis económica en cuanto se les exigiese atenerse alcanzar un nivel de déficit que no pudiera sostener sus delicados niveles de bienestar social. La guerra nueva contra la socialdemocracia se iniciaba así, marcando Berlín con bandera roja el primer lugar del ataque.
No parará esta guerra hasta que, como señalaba Paramio, la Europa de Merkel empiece a sentir que sus pies se hacen de barro, que los mares del sur europeo dejarán de ser su segundo mercado de preferencia. Y los lobos llegaron a Grecia para convertir en polvo de oro la salvación o la defensa de un país desde la ruina y el empequeñecimiento. 
Sarkozy ha arruinado su futuro en una batalla que le venía grande, por él mismo y porque Francia ya sufría dentelladas inesperadas de sus propios aliados. Y su mala estrella mató la grandeur francesa y le convirtió en un presidente muy especial: Sin reelección y sin capacidad para imponer, a la italiana, un primer ministro no democráticamente elegido, sino impuesto por la Unión Europea domeñada por Alemania.
Esta es la derecha que queda de aquella de postguerra que pactó el nacimiento de la socialdemocracia a cambio de su propio bienestar: Una derecha carroñera que quiere abrir el debate de la estabilidad desde la dependencia económica y financiera, ciudadanos acogotados y asustados además de gobernados a dedo. A esta derecha habría que unir el Partido Popular español, tan entregado en el afán reconversor, si no fuera una patética copia del malhadado Sarkozy y si no fuese porque todos ya saben que esto que la derecha española hila solo es ideología maltrecha con la que envolver a este país en aquel viejo ovillo de borra parda y bocas mudas.
Europa será socialdemócrata o no será, decía también dias atrás Juan Moscoso, economista y miembro de la ejecutiva socialista para la unión Europea. Volver a las bases de la socialdemocracia europea nos salvarán en su opinión de la quiebra ciudadana y económica. Hay que escucharle para comprobar que aquí, en España, ese debate de origen aquí no llega, aunque Moisés Nain hable de esa batalla crecimiento/estabilidad financiera como el gran debate del siglo XXI.
En realidad, estamos de nuevo más allá del final de la guerra, contra los templarios que abominaban del Vaticano, que auspiciaban una Europa diferente con contrapoderes frente a la omnipotencia de la santa sede. No hay cruzadas ya en el exterior, nuestro propio ruido nos dejó sordos sobre la primavera árabe, sobre la Europa de los derechos, sobre la potencia y creación de órganos mediadores más poderosos  entre los Estados, como el Consejo de Europa al que tanto citamos.
Y España pone la pica en Madrid, huye de la Europa ya creada y se une en el empuje de las ruinas. Rajoy es el rey del barro español del imperio Merkel que va derrumbándose, como lo quiso ser Sarkosy o Berlusconi y ahora Monti o Durao Barroso desde Bruselas. A Rajoy el barro le cubre ya las gafas pero sigue manoteando ese abanico ideológico de la contrarreforma, por eso contenta a Dolores Cospedal con un nuevo brazo de la Teresa contrarreformista para el próximo Jueves de Corpus toledano.

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