sábado, 12 de mayo de 2012

Madina en el master

Se coló a pie de caballo entre la cena del Master sobre liderazgo político y el inicio del curso sobre la socialdemocracia en el siglo XXI que se iniciaba en la mañana siguiente. Como si se hubiese planificado, justo en medio uniendo los dos temas, tan hablados y ya pendientes de reescribir. Lo dijo el mismo: hay que hacer una relectura de la socialdemocracia, recordar su origen, a quienes han trabajado por difundirla, a quienes contribuyeron a desarrollarla y a quienes la consolidaron en nuestro pais hasta convertirla en un bien común hasta el punto de que solo ahora los dinosaurios se atreven a saltar las rayas rojas con los Jaguar rojos que aparcaban en las aceras.

Madina, Edu para los más atrevidos, extendió su larga sombra por encima de la noche y cuando se empezaba a abrir la solapa del guión del curso nuevo, aun resonaba la frase de portada de la cena: educación, educación, educación... Tan lejos de aquel visionario que hablaba de programa programa programa. Educación y cohesión social. E I+D con un Harvard multimillonario por medio, para envidia o santo y seña de todas las universidades europeas, que ni todas juntas rascan ni importan lo mismo.

La socialdemocracia en tiempos de cólera parecía en su reflexión todo menos una duda de qué hacer, tanto que igual el curso sobre repensar la socialdemocracia era un tiempo inútil salvo la curiosidad de la moviola que traía cuanto se hizo, cuanto importaba, cuanto significó aquella primera idea de hace 80 años hasta ahora, que parece que no se sabe que hacer con ella. Mejor aun, que no se sabe que hacer sin ella.

Ronroneaba Madina de pequeño a la pequeña vecina de barrio cuando Rubial ya le decía aquello de antes todos éramos tan diferentes y sin embargo cantábamos la misma música con diferentes lenguas. Y lo contaba al hilo de tanto brinco inicial por llamar a arrebato a la socialdemocracia europea cuando ese "grave accidente de tráfico financiero" nos estalló en la pantalla de los telefidiarios, mientras la socialdemocracia europea quitaba la saliva a las cornetas que en otro tiempo despertaban a las masas.

Y ponía blanco sobre negro esta nueva transición de ahora que rompe los pactos entre capitalismo y humanismo que llevaron a tantas renuncias a contrapelo, y volvía a poner en la memoria a aquella Margaret Tachert de las novelas, que hoy en España seria una nueva beata o una nueva Teresa de Jesús destructora en vez de reformista frente a los reformistas actuales, hijos y nacidos de un hombre pequeño, un diablo menor. Educación y cohesión social, esa consigna que desde 1982, hace treinta años, un sevillano convirtió en bien común e irrefutable hasta para la derecha más derecha que se quiso llamar socialdemócrata en el estado de las autonomías y se empeñó en meter a sus sindicatos hermonos en la socialdemocracia sndical de la CIOLS, esa organización que tanto apoyaba a la vez que vigilaba y vigila el camino.

Educación y cohesión social en un país de 4000 dólares de renta per.cápita. Volver a colocar a España donde llegó después de la caída del muro, recomponer las lineas rojas sobre igualdad y libertad. Recomponer la relación de países en desarrollo humano de la ONU, que crece y crece ya sin España. Dejar de competir por ser el mejor farolillo rojo de la carrera, y educación y más educación.

La noche se extendía y parecía más clara la respuesta para el dia siguente, como una larga sombra desde la mesa de cenar hasta el aula del curso. Se hablaba de Euskadi, tan entre paréntesis después de que a ese niño mal criado del temeroso PP vasco se le escapase su famoso "ya no juego", tirando la pelota al patio del vecino, deseoso de tener el balón en campo propio para aprender a regatear en vez de rajarlo como solía.

Faltaron fuegos artificiales, decía con la boca pequeña, sabedor de que el final de este paréntesis de ahora con Patxi a la cabeza es un enorme pero hermoso interrogante para esta España ya sin dictaduras franquistas ni ensoñaciones asesinas, tan humillantes ambas como inservibles para los hombres ni los países.

Antes de irse, a punto del primer año sin edad del 15M, anunciaba su miedo a que lo que no queremos porque no nos gusta, sea lo que otros quieren que no exista, a que cuando queramos darnos cuenta hayamos perdido la oportunidad de crecer sin haber amaestrado los zapatos.

Sin cólera, Madina, Edu para los más atrevidos, acomodó la camiseta en los hombros y nos dejó buscando el significado de lo evidente: que la socialdemocracia es perfectible, como mejor valor; que lo que no es mío si es de alguien para anularlo y que la paz de Euskadi es, especialmente, de quienes la buscaron a pecho descubierto.

1 comentario:

  1. Amigo. Muy bonito. Gran tipo Edu ( para los más atrevidos), casi tanto como tú.
    Abrazos

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