Hoy he decidido no dejarme asustar
por la vida
aunque entre sueños oiga que ha
muerto Benedetti,
aunque me digan que luce un sol
injusto hoy
porque sé que el reloj es como un
marcapasos
aunque me duelan los oídos de
escuchar
el clamor de la memoria
de esta orfandad ya prevenida de
minuto insospechado.
Una tristeza tan intensa no se cubre
con olvido.
La muerte arrasa los paisajes
personales
y pasarán siglos hasta encontrar la
misma tierra.
La tristeza es esta máquina que
trilla la cosecha
de afectos, recuerdos y memoria
y la tira contra el viento.
En una lágrima cabe el universo
un drama de Shakespeare o un segundo
de Visconti.
Pero la tristeza no cabe en una
lágrima.
La tristeza es el don de los
desposeídos,
la riqueza interminable de los
pobres;
se puede convertir en lingotes de
tristeza
y fabricar trabalenguas de tristes y
tristezas.
Pero nadie reparte su tristeza
desde el cubil de su refugio, pobre
triste tigre.
Es su alimento para acabar el día
y resignarse a que las horas de
después
te traigan un nuevo y triste día.
Hoy tengo la tristeza subida de
tono.
Pero no me asustan las ausencias
ni los versos escritos con palabras
borradas
ni las emociones del primer poema
que
siguen siendo mías
y no podrá con ellas ni su muerte.
Hoy no me asusta el futuro
visto a través de unos ojos que aún
escuchan.
Hoy es verdad, como casi nunca,
que los años cambian la faz
pero no la mirada.
Hoy debemos hacer ese pequeñito
esfuerzo
de despejar la memoria de emociones:
cuando hemos sido tanto otros,
cuando hay tanto de otros en uno
mismo
debemos mantener en pié ese regocijo
ese inmenso favor de conocernos.
Hoy será como ayer un día nuevo
con su vaivén y su melancolía.
Nada cambia la muerte,
esa muerte que resuelve en
existencia
en el cambalache de cenizas y
memoria
milongas para guitarra y dolor de
dexilados.
Hoy le haré frente a la vida
porque sé que puedo contar contigo
señora niño mujer hijo hombre
con todos los pobres del sur
con todos los rijosos ricos del
planeta
porque amor u odio dan cuerpo a la
memoria
aunque fuese poeta.
Ni una línea más escribiremos en las
necrológicas
el espacio efímero del adiós.
Es mejor espacio un canto
inmenso, universal, en silencio
al compás de la palma que seca el
rostro.
Muerto el poeta, el mundo es poca
cosa
frente a tanta tristeza a bocajarro.
Compañero, un alegrón encontrarte.
ResponderEliminarBesos
Te añado a mis enlaces
Siempre cerca. Besos
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