lunes, 16 de enero de 2012

Algunas extrañas primaveras


TRISTEZAS PARA EL DÍA DE HOY





Hoy he decidido no dejarme asustar por la vida
aunque entre sueños oiga que ha muerto Benedetti,
aunque me digan que luce un sol injusto hoy
porque sé que el reloj es como un marcapasos
aunque me duelan los oídos de escuchar
el clamor de la memoria
de esta orfandad ya prevenida de minuto insospechado.

Una tristeza tan intensa no se cubre con olvido.
La muerte arrasa los paisajes personales
y pasarán siglos hasta encontrar la misma tierra.

La tristeza es esta máquina que trilla la cosecha
de afectos, recuerdos y memoria
y la tira contra el viento.

En una lágrima cabe el universo
un drama de Shakespeare o un segundo de Visconti.
Pero la tristeza no cabe en una lágrima.

La tristeza es el don de los desposeídos,
la riqueza interminable de los pobres;
se puede convertir en lingotes de tristeza
y fabricar trabalenguas de tristes y tristezas.

Pero nadie reparte su tristeza
desde el cubil de su refugio, pobre triste tigre.
Es su alimento para acabar el día
y resignarse a que las horas de después
te traigan un nuevo y triste día.

Hoy tengo la tristeza subida de tono.
Pero no me asustan las ausencias
ni los versos escritos con palabras borradas
ni las emociones del primer poema
                        que siguen siendo mías
y no podrá con ellas ni su muerte.

Hoy no me asusta el futuro
visto a través de unos ojos que aún escuchan.

Hoy es verdad, como casi nunca,
que los años cambian la faz
pero no la mirada.

Hoy debemos hacer ese pequeñito esfuerzo
de despejar la memoria de emociones:
cuando hemos sido tanto otros,
cuando hay tanto de otros en uno mismo
debemos mantener en pié ese regocijo
ese inmenso favor de conocernos.

Hoy será como ayer un día nuevo
con su vaivén y su melancolía.
Nada cambia la muerte,
esa muerte que resuelve en existencia
en el cambalache de cenizas y memoria
milongas para guitarra y dolor de dexilados.

Hoy le haré frente a la vida
porque sé que puedo contar contigo
señora niño mujer hijo hombre
con todos los pobres del sur
con todos los rijosos ricos del planeta
porque amor u odio dan cuerpo a la memoria
aunque fuese poeta.

Ni una línea más escribiremos en las necrológicas
el espacio efímero del adiós.
Es mejor espacio un canto
inmenso, universal, en silencio
al compás de la palma que seca el rostro.

Muerto el poeta, el mundo es poca cosa
frente a tanta tristeza a bocajarro.


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