jueves, 19 de enero de 2012

Lo poco que va quedando

Con seguridad, el movimiento del 15-M pasará a la historia como pasan a la historia los ríos: porque van perdiendo caudal hasta desaparecer, porque dejan una grieta en el terreno que los arbustos y el secano va cubriendo, y porque en los mapas geofísicos queda indeleble una línea azul pálido como sucinta memoria de lo que fue.  Del 15-M y su significancia darán fe los textos precongresuales de la oposición que, de forma encubierta, pretenden acercar con cierta clandestinidad sus propuestas a las que entonces fueron de ese 15-M confuso, vocinglero y voluntarioso. Y recordarán su huella en la mano de Cayo Lara, vibrante hacia fuera y altiva y hosca en lo doméstico. Y, por fin, quedarán en el aire para el futuro algunas de sus ideas que han conseguido mantener unidos a grupos de personas, numerosas en ocasiones, frente a la indiferencia de los leones del Congreso español o el frío londinense ante al clero y los turistas de San Pablo.
Con seguridad, era un bagaje suficiente para merecer una cita en la historia reciente de esa revuelta, ese nuevo 2 de mayo madrileño contra a la desidia, la corrupción, la inoperancia y la dureza de los nuevos muros hacia el futuro, que ya no son sólo de piedra, sino económicos, inamovibles casi, y para los que aún no conocemos ni conocen el modelo de piqueta posible.
No era mucho, pero era algo. Un atisbo de imaginación, de provocación y de búsqueda frente al negro del fondo.
Ahora, a quienes hemos elegido con la más absoluta de las mayorías, les parece insuficiente la fuerza del voto convencido, ser beneficiarios pasivos de ese tsunami inmerecido que se ha cargado gobiernos, políticas, décadas de esfuerzo social y -ay- demasiada democracia. También necesitan escenificar su capacidad de vencer a todos. Por eso necesitan convertirse en paladines de ese hueco seco del 15-M, de esa oleada de lonas y caldo caliente, de esa teoría inconclusa sobre la utopía, de ese grito cierto sobre el desmadre. Y amenazan con la cárcel por pasado y para el futuro a quienes se dedicaron o dediquen a gestionar el bienestar público con dinero público con la medida de lo público y el esfuerzo de todos.  Hacen suyo el 15-M como Fraga antes hacía suya la calle, y entienden el mensaje a conveniencia. Tanto da lo que se proponía, lo importante es apropiarse del eco que aún sobrevuela las ciudades e inquieta la política, hasta que la política hilvane sus propias respuestas para después del 15-M y todos los años de después.
Un ministro de Hacienda a lo Van Cleef con gafas, hace a la vez de bueno y de malo, contra propios y ajenos, y aprovecha el vacío de los propios, que se dan a conocer por el mundo, y los ajenos, los demás, que dedican su tiempo a definir la marca de las tiritas con que cubrir el escarnio del voto, cada días más ajenos y más extraños. Este nuevo bueno/feo/malo Van Cleff  con gafas pondrá de moda la biografía de Fouché e iremos viendo cómo se simplifica lo que se avecinaba y cómo perdemos hasta el recuerdo verídico del 15-M, ese poco de verdad, en lo que tenía de verdad, que nos quedaba.


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