viernes, 20 de enero de 2012

Un dia sin Mario

A Miguel Delibes le hubiera hecho gracia esta trapisonda que un comunicado pretende cerrar a cal y canto. Recuperador y pulidor del mejor castellano, socarrón de pana y perro, aún escucha desde su más allá la vitalidad sin algaracas, el triunfo de la palabra escrita y dramatizada, su historia de un país llamado Mario que tanto velamos tantos que hablamos castellano.
Con otras fechas y otra visión, el entonces director del Instituto Cervantes, Cesar Antonio Molina, soñaba con ser ministro de Cultura y escapar a la zarpa del ministro de Asuntos Exteriores y, mientras, enseñaba las viejas/nuevas instalaciones del Instituto en la sede de un vetusto y desaparecido banco. El eco del dinero en un organismo que siempre ha padecido de misión, visión y presupuesto. Con su corazón de hormigón y acero, como corresponde a una entidad financiera, C.A. Molina pretendía guardar para el futuro pequeñas dosis de lengua española en cápsulas donde antes convivieron joyas declaradas y billetes hurtados.
Nadie esperaba que, en plena crisis económica y en pleno destrozo de tantos valores, la atención de este Gobierno exultante sobre si mismo fuera a fijar su atención en la presidencia futura del Instituto Cervantes. Y menos aún que aspirase a sentar un Nobel de Literatura colocado junto a ese corazón cajero.
Despropósito es pensarlo y despropósito olvidar que los españoles no hemos tenido demasiada suerte con los Premios Nobel de Literatura cercanos por paisanaje o por idioma. Porque a unos, como a éste, a Mario, les importa más la ideología que el fundamento. Probablemente esa aspiración de tenerle cerca era un deseo frustrado de incluirlo en el Gobierno, porque nacionalidad española tiene. Y porque de otros, como al difunto Cela, todavía colea su herencia, la económica, y la cultural con nombre de "negro".
Sorprende, escandalosamente, que se hayan dejado llevar de su propio fervor hasta el punto de olvidar tambien que algunas cuestiones se negocian en privado y si o no se hacen públicas, según vaya. Sólo faltaba echarle a la espalda a la Corona española la idea de la invitación a Mario y el mal gusto del "no" final. Hubiera sido mejor que se despejasen las incógnitas sobre cuantos centros del Instituto se van a cerrar, si Cultura ha perdido definitivamente el hilo con esa misión del Instituto; si los directores de los centros pasarán a la Wikipedia como ilustres amortizados; si los programas de colaboración con otros organismos de parecido papel van a protegerse..... En fin, esas pocas cosas que le quedan al Instituto Cervantes, además de la nobleza de su materia y de sus sedes.
Mario hubiera sido demasiado para España. Mario y Mariano, mano a mano. Porque al otro Mario, el de novela, lo llevamos velando todavía como para sacarlo de nuevo al salón.
Llevamos un dia sin Mario, sin la posibilidad de un Nobel al frente de la difusión del español. Era poca harina para este pastelero.


2 comentarios:

  1. ¡Hola, bloguero! Alegría de verte. Besos

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  2. Bueno... tanpoco es tan grave con la que está cayendo. Pero tienes razón, por supuesto

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