jueves, 27 de junio de 2013

Lo que nos queda de ETA

Se preguntaba Xavier Etxebarria (abogado, profesor de Derecho Penal en la Universidad de Deusto, coordinador del Taller de Convivencia celebrado en el C.P. de Nanclares en 2011) si para deslegitimar completamente el terrorismo, y la trayectoria política de la izquierda abertzaleviolenta, no sería mejor que los presos etarras saliesen ya a la calle, antes de que una sentencia judicial -que en su opinión llegará- les abra la puerta en grupo. Etxebarria recordaba también el libro de Gaizka Fernández Soldevilla sobre los veinte años de historia de ETA político-militar y su posterior conversión enEuskadiko Ezquerra, un recorrido de hace cuatro décadas y que tanto se recuerda en estas fechas, a más de año y medio de que el terrorismo vasco decidiese aparcar las armas.
La foto que no se volvió a ver. ETA. Foto Getty
ETA se ha encargado de convertir en próxima aquella lejana historia de los poli-mili y su proceso final, prolongando en nombre del nacionalismo lo que apareció como resistencia al franquismo porque, como decía Teo Uriarte, con Franco al otro lado todo era comprensible. Igual que admitió la entrada en su seno de comunistas para hacer más radical su nacionalismo. Como ahora, hubo víctimas en esos años, pero no estuvieron presentes en la solución final.
No es hora de interpretar cuánto hubo y hay en ETA de radicalismo social verdadero, cuánto de nacionalismo y cuánto queda, sobre todo, de apuesta ciega por la violencia armada. A fecha de hoy, nos quedan los muertos y heridos en la memoria, como en una sala de espera para ser recuperados de la ignominia de todos estos años. Nos quedan los presos que compartieron armas y muertes o apoyos con esa razón equivocada de la violencia. Nos quedan los miembros de ETAesparcidos dentro y fuera de España que esperan una indicación de la dirección enajenada que les ordene seguir por ahora ocultos en ese "zulo" social que inventaron.
Nos queda la dirección de ETA conocida o supuestamente conocida, que continúa enviando mensajes directos para recordarnos que ya dieron el paso unilateral del alto el fuego, lo que deberíamos interpretar como el final de su macabro "Viernes13", y que les ha valido ya para despejar la calle de la protesta de Gesto por la Paz por sus acciones y existencia. Una retirada que tiene el valor de anunciar un tiempo nuevo, que ojalá sea cierto, pero que elimina uno de los símbolos más claros de la repulsa social contra el terrorismo.
Y, finalmente, nos queda construir convivencia, ese concepto tan ambivalente para casi todos pero del todo imprescindible porque de ese principio, que también es objetivo, la historia recuperará la razón y, con ella, la sociedad ampliará ese otro derecho, el de libertad.
Ya hay planteadas diversas estrategias sobre cómo abordar el futuro inmediato, por no decir "la resolución del proceso", término que a Gesto por la Paz no le gusta, pero sí al nacionalismo de uno y otro grado. Ese "proceso" mantendría abierta durante un tiempo inconcreto la posibilidad de protagonismos con los que autoafirmarse ante la sociedad y, a la vez, borrar el pecado original compartido. Estrategias como la recogida por el Foro Social celebrado a iniciativa de Lokarri, "Red ciudadana para el acuerdo y la consulta", durante marzo pasado en Bilbao y Pamplona, y en el que participaron representantes de PNV ySortu, entre otros.
Sus conclusiones, presentadas como recomendaciones para dicho proceso hacia la paz, ya han sido dadas a conocer y, básicamente, suponen un compendio de las múltiples iniciativas planteadas antes y después de tener lugar ese Foro Social. Tres meses no son nada en la vida diaria. Cuando sociedad espera la luz del final real de ETA, son muchos días como para permanecer en silencio; el actual impasse más parece una secuela añadida de la violencia que el arranque de un horizonte sin amenazas. Pese a todo, tal vez sea ese tiempo de espera el valor principal de las recomendaciones delForo Social de Lokarri, que apostó desde el principio de su existencia como Elkarripor buscar un posible epicentro desde el que ir buscando puntos de encuentro entre posturas dispares. Ese siempre difícil lugar en el que el equilibrio parece a veces ausencia de compromiso y las palabras son de cristal.
Lokarri trajo de su mano los llamados mediadores internacionales a la reunión de Ayete, hace un año y medio, y los ha vuelto a traer este año, convencidos de su valor como referencia para un camino que será largo y complejo y sobre el que opinan que es imprescindible poner un pañuelo rojo que marque el punto medio en esta sokatira (juego rural de tirar de la cuerda) de eco tan internacional como ETA, pero tan vasca después de todo. En estos meses, algunas de esas recomendaciones ya empiezan a ser consideradas como positivas por quienes en principio se oponían a ellas, como el fin de la dispersión de los presos o la aplicación de una legislación penitenciaria sin lecturas de estado de excepcionalidad, como indicaba Gesto por la Paz y conviene también el Foro Social.
La presencia internacional o el análisis de los modelos de procesos de paz en otros países no parecen tan imprescindibles para quienes entienden que la historia de la violencia etarra tiene características, orígenes y razones diferentes en su continuidad más reciente. Todo parece indicar, además, que el fin de ETA, cualquiera que sea el relato final, tendrá a las víctimas como referencia básica, algo que no ocurrió en el proceso de inserción de los polis-milis.
El Foro Social recoge ambas recomendaciones -la atención a las víctimas y la continuidad de la presencia de mediadores internacionales-, en coherencia con sus posicionamientos anteriores, sobre los que ya se han manifestado varios de los responsables de ese futuro inmediato en uno y otro sentido de forma pública, aunque después sus pasos parezcan contradecirlos, como parece lógico en esta fase de "yo opino lo contrario, salvo que me convenga". No abiertamente, como la siempre negada existencia de contactos, la estrategia silenciosa para el final de este camino está en marcha pese a los ruidos de todos. Es parte de lo que queda de ETA.

Lo decisivo del final elegido será, sobre todo, cómo va a incidir ese modelo en la reconstrucción de la libertad ciudadana, política y social. Más allá de los gestos, la paz sin guerra y sin armas visibles será sobre todo una lección contra la violencia y contra muchas décadas por recuperar.
Los presos, al margen de los aspectos individuales, son para ETA sólo un arma arrojadiza y para la izquierda más verbalmente radical un problema que otros deberían resolver y que ellos airean como bandera. Tal vez por eso permanece como recomendación del Foro Social convocado por Lokarri que la salida de los presos de la cárcel se produzca forma individual, no como producto de una resolución colectiva, pero que, una vez en la calle, se pueda escuchar su voz, tal vez para expresar públicamente su repulsa de la violencia o para que su presencia signifique el comienzo de la integración, que tantos años costó, pese a todo, en el caso de quienes volvieron de ETA (p-m).
Paul Rios, coordinador de Lokarri. Foto EP
En la presentación de las recomendaciones, Paul Rioscoordinador de Lokarri, dejó traslucir la sensación de que el Foro cumplió con provocar ese encuentro colectivo, al que muchos no se dieron por invitados pese a tener aún la responsabilidad de gobernar. Rios y los demás seguramente esperaban más contenido, aportaciones más sustantivas. El resultado no llegó tan lejos, pero poner en limpio cuáles son las posturas a través del diálogo ya es bastante si sabemos, como reconocen todos, que este Foro sólo puede ser parte del principio.
Pensar en el futuro es lo que debe incidir en el presente, en la estrategia que ahora se adopte: la conveniencia de una salida de ETA y sus presos a la luz "puño en alto" -como señalaba Xabier Etxebarria- para mayor gloria de esa bandera abertzale, o una libertad individual sin amnesia, como comienzo y final de ese desafío futuro de vivir y convivir, que es mucho más que ser vecinos.

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