viernes, 9 de marzo de 2012

Euskadi: Más que vecinos

Desde la tribuna de público, o de invitados, las palabras llegan desde los altavoces tamizadas por la distancia, incluso en ese hemiciclo bañado de madera clara. El frío ha retornado a la calle, ajeno a los deseos de sol e imprevisto, pero dentro el viento no atraviesa ventanas. Esa temperatura llega hasta arriba con mayores grados de cortesía sobre lo habitual, con palabras medidas y un tono a mitad de camino entre lo solemne y lo esperanzado.

Todo tiene un aire de sesión de investidura, como si el tiempo transcurrido hasta este pasado jueves desde hace casi tres años siguiese su camino pero ahora fuese necesario emplazarnos de nuevo ante un horizonte diferente, fuera de calendarios electorales, de ansias precipitadas de poner fin a la legislatura, más allá de lo que se espera de cada cual según se acostumbra. Como si una marea de verdaderos brotes verdes hubiera coloreado la blanca plaza de Vitoria-Gasteiz -esa que alguien escondía tras un muro de metal y hierba semimarchita- y hubiese que poner en pie el afán de hacer que prendan, para que de verdad esa ciudad sea la green capital de Euskadi, a un palmo de distancia de donde la voz se reconciliaba nuevamente con la discrepancia.

Con ese halo de ceremonia nueva, se anunció la propuesta de un futuro nuevo basado en una visión común de la historia de estos últimos 50 años o la voluntad de que las diferencias nos hagan mejores como sociedad; que el Parlamento vasco, que puede encumbrarse sobre tanto poder desperdigado, es el marco para buscar la línea recta sobre la que escribir el futuro  y dejar al dios de cada uno las líneas curvas; que no hay peor conflicto que el que se aborda desde el objetivo del desacuerdo; que nadie puede volver a imponer lo que los ciudadanos no valoren para sí mismos y que el valor mayor de la persona es su integridad.

Desde allí arriba retumbaba la voz de nuevo: "Normalicemos la diferencia", "el futuro del país lo modula ya el fin de la violencia", "el objetivo es la convivencia". Y uno cae en la cuenta de que ese jueves convivir era mucho más que ser vecinos, que alguien debe impulsar esa nueva cultura en la que lo normal es encontrarse y que, como oíamos decir, "la política debe empujar la esperanza de los ciudadanos".

No han pasado muchos días aún desde aquel en que las calles de Euskadi se levantaron con una nueva luz, desconfiada, insegura, pero luz. Ahora, tan poco tiempo después, ya miramos sobre cómo llegar a no tener que clasificar los sufrimientos. Tiempo habrá.

Era jueves, pero era un jueves de pleno diferente. Y allá arriba, en las butacas de invitados, la memoria traía aquel día de trinar de pájaros y sol sobre las flores de las Ramblas de Barcelona, aquel día, tan lejano, tan abierto, tan esperanzado, cuando en Euskadi se aprobaba un Estatuto.

Foto: A la derecha, Jesús Loza, Comisionado para la Convivencia. 
(Fuente: El Correo. )


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