jueves, 29 de marzo de 2012

29-M: El sarcasmo en la guarida


Acaba de arrancar la manifestación de esta tarde de dia de huelga general contra la reforma laboral, que es como hemos venido a llamar esta estrategia de "Todo a 100" días de regresión política, social y económica, los días que, a falta de dos, lleva el PP gobernando. Todavía sigue saliendo gente hacia la Puerta del Sol en Madrid, hasta la puerta misma de la sede del Gobierno de la Comunidad madrileña que preside Esperanza Aguirre.

No está mal elegido el lugar de concentración para cerrar la marcha, la puerta de la madriguera de la peor carcundia que nos ha tocado vivir después de tantos años esperando esa normalidad que reclama el empresario Rosell, mientras la sonrisa se le va helando en la comisura de los labios como a Arenas en Sevilla. 

No era suficiente conocer, estar en el secreto del programa secreto del PP y formar parte de él; Esperanza tuvo que recordarnos que su nombre hoy es un sarcasmo además del de una Virgen que la semana que viene pasean por provincias. La puerta del sol luce con fuerza en primavera, animando como en el resto del país a salir y celebrar este día de protesta como el final de una feria, aunque sabemos que solo es el comienzo, la octava del inicio de esa oferta, la del deprisa/deprisa que decía Saura, antes de que despierten del susto electoral y del letargo del fracaso socialdemocrata. Esperanza/sarcasmo dio rienda suelta a sus más íntimas emociones sociales y pidió que también hoy fuésemos vigilados, controlados, prevenidos, asustados nuevamente; reprimidos en una palabra.

Desde la Puerta del Sol, a la noble Aguirre se le ha subido hasta la boca un reflujo de clase social antiobrera de la mejor casta. A estas horas, con la plaza llena y ella al sol de su jardín, vive el trastorno de saber a qué sección de la clase trabajadora pertenece, si ha de seguir el mensaje de su Gobierno mayor y de sus compañeras presidentas regionales, que argumentan el sarcasmo de reclamarse como partido de los trabajadores ..... para el lejano futuro. Y Esperanza sabe que, peor aún que explicar un mal chiste es argumentar un sarcasmo.

A esta noble/astilla en el magro del PP la Puerta del Sol le es propia como lo eran las barcas al estanque del Retiro. Sabe que cuando recibe a una ministra del Gobierno no precisa bajar los tres escalones que separan el nivel del patio del nivel de la calle, por donde los ministros entran. Por donde entraba este Gallardón/cangrejo, su antecesor como titular de la sede y de la Presidencia madrileña; por donde entraba y salía Cela en un solo acto cuando aquello era la Dirección General de Seguridad del franquismo. Ahora, cuando el sol va bajando, aún esos extraños de las banderas y las pancartas se van concentrando delante como si tal cosa, con la indiferencia a la que se llega después de tanto esfuerzo por buscar unilateralmente la normalidad y borrar rincones de memoria.

No es suficiente que el poder financiero nos vigile, que nos vigile la Unión Europea como buenos alabarderos de quienes quitan y ponen políticas y presidentes de gobiernos democráticos; que nos vigile el miedo de la reforma del día después; que hasta entre la izquierda se extienda la desconfianza sobre el prójimo próximo como decía Benedetti.

Hubiera sido una buena comisaria general de Policía, su aspiración era ser delegada del Gobierno; ser ministro es menos importante y Presidenta de la Comunidad de Madrid un aperitivo en su ambición. Esperanza sólo es un nombre más en el escenario popular, pero es de la personas que hace que no gusten las huelgas generales, no por temor, sino por desconfianza; porque sabe trasladar la idea de que una huelga general, si es evitable mejor, pero en todo caso es la medida extrema posible contra la agresión social. Y después no queda otra, porque la búsqueda de la normalidad que el empresario Rosell añora nos ha hecho más civilizados. Una normalidad añorada con la comisura izquierda de la boca, mientras en la comisura derecha se incitan los temores colectivos, se impulsan otras violencias.

A veces tenemos la sensación de que la historia nos ha llevado hacia una deriva en la que, erróneamente, la supuesta desaparición de la lucha de clases alimenta la aparición de políticas, propuestas políticas, y polític@s sin cerebro y, si no es peor aún, sin memoria. 

No, no me gustan las huelgas generales, porque es dejar la búsqueda de soluciones en ese espacio límite donde casi nada es posible ya, porque es trasladar a la sociedad que trabaja lo que socialmente no hemos sabido resolver con tiempo desde la política, nuestro peor fracaso. No me gustan los dias de huelga general, ni con este sol agridulce de la Puerta del Sol, si no fuese porque me dejan en la boca el sabor de otros labios en ese rato de ocio forzado por quienes han convertido su sarcasmo en ideología. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario