jueves, 7 de julio de 2016

SAN FERMÍN Y EL ADN DE LAS BANDERAS

En este San Fermín de 2016 se revive un viejo juego que cambia de protagonistas casi cada año y que, al parecer, ya forma parte del programa de festejos, además de los encierros. Un juego entre alcaldes en este caso: el que lo fue por UPN, Enrique Maya, y el actual, Joseba Asiron, de Eh Bildu.
  
Foto Reuter
Por lo pronto, este año en el balcón del Ayuntamiento pamplonica no ondeó la bandera abertzale, la ikurriña, sobre la que se vierten todos los amores y odios. Todos se agarran al palo de ese símbolo para izarlo como en la conquista del monte de Iwo Jima, o para hundirla como emblema de un país deseado. 

Eh Bildu ha dejado un mástil vacío por si la bandera de Euskadi vuelve como emblema de esa patria vasca ensoñada que englobaría, entre otros territorios, al de Navarra. No han podido obviar una Ley de Símbolos ni el criterio de un Tribunal Superior de Justicia de Navarra tan sutil en otras ocasiones, como los “casos” que afectaron a la exalcaldesa y expresidenta navarra, Yolanda Barcina No es probable que este conflicto por una bandera llegue al Tribunal Supremo, en el que el TSJN delega sus funciones para los aforados y se apoya en un Estatuto de Autonomía nunca votado en el caso de Navarra.

El ex alcalde Maya acusa a su sucesor abertzale de llevar en su ADN el por qué de su idea de imponer la ikurriña en los balcones de la capital navarra, y el alcalde habla de la necesidad de representar todas las sensibilidades en esa tribuna festiva desde la que San Fermín saluda al mundo con un cohete. Por rojo y por blanco, Pamplona se convierte en estas fechas en el bastión, en el resumen acelerado, de las batallas ya conocidas entre el nacionalismo vasco y el nacionalismo (?) navarro. Curiosamente, esa “finezza” de la sensibilidad ciudadana sobre su identidad y pertenencia que demuestra EH Bildu no se corresponde con otras más responsables sobre la vida y la muerte, de las que cada día se habla menos, y que son las que le están pasando la peor factura electoral: el alejamiento de los votos.

Miguel Sanz (UPN), como ahora la presidenta Uxue Barkos (Geroa Bai), han buscado la fotografía de la concordia con los sucesivos gobiernos de la Comunidad Autónoma del País Vasco, lo que siempre sirve para recordar que, siendo distintos, siguen siendo vecinos. Tal vez la íntima relación de Geroa Bai con el PNV valga para achicar ese foso entre las dos Comunidades, mientras la izquierda abertzale que ha subido al poder en Navarra espolea las relaciones políticas con ese agrio e inútil capítulo de los símbolos.


Es igualmente llamativa la indiferencia que, en este sentido de los símbolos patrios, muestran los antes destacados dirigentes de Euskadiko Ezkerra, hoy “subsumidos” (Idoia Mendía dixit) por el PSOE de Euskadi (PSE-EE) y el PSOE de Navarra (PSN), o retirados ya por puro cansancio de predicar en el desierto. 

En PSOE de Rubalcaba abrió en aquella reunión de Granada su apuesta por la federalización del estado español e insiste sobre esta tesis ahora que el PP ha revolcado las expectativas de un gobierno progresista. Sólo el nacionalismo vasco reabre en Navarra el debate y sólo UPN se convierte en adversario, nunca en defensa de un estadio social y político mayor, sino para defender la dignidad de los colores de cada cual, ese ADN institucional que el tiempo, como el sol, va desgastando por la sinrazón y les va alejando del poder.


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