lunes, 14 de mayo de 2018

Exilios (la independencia errante)

Si se pudiese leer completa la “hoja de ruta” que el nacionalismo de  Catalunya elaboró para buscar la independencia de su “país” sabríamos si el viaje a ninguna parte del presidente catalán cesado era algo previsto. Tendremos que conformarnos con el resumen amplio que un diario nacional publicó y que, por lo ya ocurrido, ha ido cumpliéndose a rajatabla.
Para conseguir esa fidelidad al guión ha sido necesaria la proactividad de la Generalitat y el abuso de la mayoría parlamentaria de que disponían los nacionalistas en un Parlament fenecido en brazos del artículo 155 de la Constitución. Y también la inacción de un gobierno, el del PP presidido por Mariano Rajoy, que vio aparecer la luna llena creyendo que era el sol y sin darse cuenta de que era una luna vieja; como si no fuese con él lo que ya inquietaba a toda España: la maniobra ilegal en el Parlament de aquellos infumables días del lejano septiembre. Finalmente, se hizo la luz por el Parque del Oeste y el Palacio de la Moncloa se estremeció.









Todo lo demás ya es conocido, lamentablemente conocido. Como lamentables son los daños colaterales, la desconfianza que el discurso del PP como partido ha ido generando en todo este tiempo, en contraste con su silencio desquiciante como gobernante. Aún resuenan los comentarios sobre la aplicación de un 155 a la autonomía de Castilla-La Mancha. Todo, mientras Moncloa intentaba sacar adelante la aplicación de la Constitución como un médico sin título, rodeado de ayudantes consternados dispuestos a construir un supositorio legal a partir de una básica y antigua receta, porque no estaba previsto tener que aplicarla nunca.

Cuesta creer que los independentistas irredentos no hubiesen previsto que su provocación a la soberanía del Estado tendría respuesta. Tarde o no, el 155 salió del Senado hasta el corazón de la duda y las contradicciones del nacionalismo. El escenario creado era el esperado. Pero la medicina tuvo un efecto más rápido del previsto. La Catalunya oficial se ha ido encargando de ensordecer el quejido nacionalista cuando el impacto del 155 llegó. En mayor o menor tono, y pese a las desconfianzas que provoca el componente ideológico popular, se había pasado la hoja, a la espera de cual fuese el relato del Govern y su president, Carles Puigdemont.
El ovillo de la República catalana ha tenido pocos metros y todo hace pensar, aunque hay quien opina la contrario, que la salida belga del ex-president más parece obedecer a sus responsabilidades con anteriores votaciones que con la declaración más reciente de independencia, según la imputación planteada por la Fiscalía General del Estado contra él y otros consejeros de su gobierno. En ese viaje de tantas estaciones ocultas e inesperadas de la República ansiada, el viaje a Bruselas de la mano de ultraderechistas valones deja sobre la mesa la convocatoria de elecciones anticipadas, las que Ciudadanos reclamaba como el maná que necesita en Madrid. Pero el breve plazo para celebrarlas (el dia 21 de diciembre) no estaba en el guión, en esa hoja de ruta de los independentistas.
Acabe donde acabe Puigdemont y sus consejeros y consejeras huidos, cinco en total, en Barcelona el nacionalismo más radical se piensa si prestarse o no al juego electoral marcado por el Senado; y los más moderados ya han confirmado que estarán allí, en las calles y delante de las urnas, las de verdad. Desde Bélgica, el president catalán cesado por Madrid vivirá otro modo de exilio: ver cómo Ezquerra República le saca la mano de la espalda, que le hacía moverse a él, para dirigir su propia orquesta. El líder republicano ya anunciaba decisiones increíbles y difíciles en los próximos días. Oriol Junqueras seguirá moviendo los hilos aunque ahora le toque dar un paso al frente y hablar directamente, no a través de una suerte de ventriloquia que encumbró a Puigdemont a donde nadie le esperaba.
Es difícil ganar unas elecciones desde el exilio, aunque sea voluntario, aunque te pongan en cabeza de lista y pese a que te declaren en rebeldía. El País Vasco ha vivido situaciones similares y los resultados ya son conocidos. Por eso la nueva apuesta del huido se asemeja a los consejos de suicidio para otros que hemos leído en las novelas. Sentiría que la nueva etapa catalana deje en el limbo a Carles Puigdemont, aunque solo sea porque la lealtad es un valor pero, como las brevas, es un fruto que madura lento y se pudre pronto.
Los nacionalistas quisieron, quieren, ocultar su presente con una República minoritaria, una bandera “estelada” que es de los antisistema más radicales (la CUP) y exiliar a la mayoría de los ciudadanos de Catalunya de su propio país, aunque fuese por unas horas. Nada hay peor que despertar la dignidad del “extraterrado” del que hablaba Mario Benedetti. Ojalá sea para bien. El 21D lo veremos.


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