Si se
pudiese leer completa la “hoja de ruta” que el nacionalismo de Catalunya elaboró para buscar la
independencia de su “país” sabríamos si el viaje a ninguna parte del presidente
catalán cesado era algo previsto. Tendremos que conformarnos con el resumen
amplio que un diario nacional publicó y que, por lo ya ocurrido, ha ido
cumpliéndose a rajatabla.
Para
conseguir esa fidelidad al guión ha sido necesaria la proactividad de la
Generalitat y el abuso de la mayoría parlamentaria de que disponían los
nacionalistas en un Parlament fenecido en brazos del artículo 155 de la
Constitución. Y también la inacción de un gobierno, el del PP presidido por Mariano
Rajoy, que vio aparecer la luna llena creyendo que era el sol y sin darse
cuenta de que era una luna vieja; como si no fuese con él lo que ya inquietaba
a toda España: la maniobra ilegal en el Parlament de aquellos infumables días
del lejano septiembre. Finalmente, se hizo la luz por el Parque del Oeste y el
Palacio de la Moncloa se estremeció.
Cuesta
creer que los independentistas irredentos no hubiesen previsto que su
provocación a la soberanía del Estado tendría respuesta. Tarde o no, el 155
salió del Senado hasta el corazón de la duda y las contradicciones del
nacionalismo. El escenario creado era el esperado. Pero la medicina tuvo un
efecto más rápido del previsto. La Catalunya oficial se ha ido encargando de ensordecer
el quejido nacionalista cuando el impacto del 155 llegó. En mayor o menor tono,
y pese a las desconfianzas que provoca el componente ideológico popular, se
había pasado la hoja, a la espera de cual fuese el relato del Govern y su president, Carles Puigdemont.
El
ovillo de la República catalana ha tenido pocos metros y todo hace pensar,
aunque hay quien opina la contrario, que la salida belga del ex-president más parece obedecer a sus
responsabilidades con anteriores votaciones que con la declaración más reciente
de independencia, según la imputación planteada por la Fiscalía General del
Estado contra él y otros consejeros de su gobierno. En ese viaje de tantas
estaciones ocultas e inesperadas de la República ansiada, el viaje a Bruselas
de la mano de ultraderechistas valones deja sobre la mesa la convocatoria de
elecciones anticipadas, las que Ciudadanos reclamaba como el maná que necesita
en Madrid. Pero el breve plazo para celebrarlas (el dia 21 de diciembre) no
estaba en el guión, en esa hoja de ruta de los independentistas.
Acabe
donde acabe Puigdemont y sus consejeros y consejeras huidos, cinco en total, en
Barcelona el nacionalismo más radical se piensa si prestarse o no al juego
electoral marcado por el Senado; y los más moderados ya han confirmado que
estarán allí, en las calles y delante de las urnas, las de verdad. Desde
Bélgica, el president catalán cesado por Madrid vivirá otro modo de exilio: ver
cómo Ezquerra República le saca la mano de la espalda, que le hacía moverse a
él, para dirigir su propia orquesta. El líder republicano ya anunciaba
decisiones increíbles y difíciles en los próximos días. Oriol Junqueras seguirá
moviendo los hilos aunque ahora le toque dar un paso al frente y hablar
directamente, no a través de una suerte de ventriloquia que encumbró a
Puigdemont a donde nadie le esperaba.
Es
difícil ganar unas elecciones desde el exilio, aunque sea voluntario, aunque te
pongan en cabeza de lista y pese a que te declaren en rebeldía. El País Vasco
ha vivido situaciones similares y los resultados ya son conocidos. Por eso la
nueva apuesta del huido se asemeja a los consejos de suicidio para otros que
hemos leído en las novelas. Sentiría que la nueva etapa catalana deje en el
limbo a Carles Puigdemont, aunque solo sea porque la lealtad es un valor pero,
como las brevas, es un fruto que madura lento y se pudre pronto.
Los
nacionalistas quisieron, quieren, ocultar su presente con una República
minoritaria, una bandera “estelada” que es de los antisistema más radicales (la
CUP) y exiliar a la mayoría de los ciudadanos de Catalunya de su propio país,
aunque fuese por unas horas. Nada hay peor que despertar la dignidad del
“extraterrado” del que hablaba Mario Benedetti. Ojalá sea para bien. El 21D lo
veremos.
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