miércoles, 22 de enero de 2014

Manu Leguineche, antes de que se nos olvide

A veces -tantas veces...- la memoria despierta y reacciona cuando alguien conocido muere; alguien de quien te has acostumbrado a vivir sin tenerlo a flor de piel, en la agenda de los afectos presentes, los que te ayudan a caminar. En cualquiera que sea el apartado donde tenias a esa persona, como si fueran las pequeñas cajas de seguridad de un banco, las cerraduras saltan con ese chasquido que reconoces cuando se rompe un hueso. No sientes el dolor en el instante mismo, se va desbordando e inundándote conforme te vas dando cuenta de que esa rotura de las cerraduras era un aviso de algo real, inevitable, irremediable. 

Escribimos sobre la muerte de Manu Leguineche, el jefe de esa tribu inmensa de profesionales del periodismo y sientes con otra mucha gente las ganas de escribir una necrológica como esas que nos mandaban redactar cuando empezamos. Pero los epitafios de hoy son palabras desnudas que solo muestran nuestra soledad mayor de hoy.

Se fue Manu y hoy se hace más grande, más a flor de piel, el dolor por los que también tienes guardado en el apartado de los afectos que se marcharon antes y que te unía a un triángulo amoroso en el que ni siquiera hacía falta conocerse, solo conocer a quien conoces que conocía antes y más a quien se ha ido. Por uno y por otro hoy escribo esto.

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