A veces -tantas veces...- la memoria despierta y reacciona cuando alguien conocido muere; alguien de quien te has acostumbrado a vivir sin tenerlo a flor de piel, en la agenda de los afectos presentes, los que te ayudan a caminar. En cualquiera que sea el apartado donde tenias a esa persona, como si fueran las pequeñas cajas de seguridad de un banco, las cerraduras saltan con ese chasquido que reconoces cuando se rompe un hueso. No sientes el dolor en el instante mismo, se va desbordando e inundándote conforme te vas dando cuenta de que esa rotura de las cerraduras era un aviso de algo real, inevitable, irremediable.

Se fue Manu y hoy se hace más grande, más a flor de piel, el dolor por los que también tienes guardado en el apartado de los afectos que se marcharon antes y que te unía a un triángulo amoroso en el que ni siquiera hacía falta conocerse, solo conocer a quien conoces que conocía antes y más a quien se ha ido. Por uno y por otro hoy escribo esto.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario