lunes, 1 de octubre de 2012

Antes de que pase el día: ¿Por qué lo llama independencia cuando quiere decir fracaso?

Alarmados o no por el sinsentido demostrado por Artur Mas, convocando elecciones a bocajarro en mitad de una legislatura, pidiendo la independencia y dinero a España a la vez, el recorrido de esta parte de la historia de España y Catalunya acabará -esperemos- como acaban todos los malos chistes sobre catalanes: sin humor y hablando de dinero.

Esa frecuente palabra de todos estos días -responsabilidad- ha caído en desgracia, por el mal uso que de ella se hace par disimular confrontaciones a la baja o para no defender, como se debiera, el modelo que políticamente cada cual tiene de España, la configuración del Estado a partir de la Constitución vigente o el modelo que se desea, si es que se desea superar esta transición, la territorial, una vez que el PP ha volado por los aires los buenos vientos que aquella otra, la política, nos había traído hasta ahora. Por eso, hablar de responsabilidad o no sobre las decisiones de CIU/Mas no sería adecuado porque vivimos contextos descarnados de provocación, quienes los provocaron le ha quitado su valor real a la palabra, y quienes más la citan más rotos tienen los bolsillos donde se almacenaba. El pecado original de Mas es haber contado con el apoyo del partido que Gobierna España, ser presidente gracias a sus votos y, sin la menor vergoña, olvidar ese pequeño detalle para echarle a Madrid la culpa de su incapacidad. Su fracaso es, contando con ese apoyo, no haber sido capaz de hacer frente a la crisis con medidas diferentes a las de Rajoy y endilgarle a éste la resolución de su revolta independentista- Tanto daño social se suele pagar en las urnas, y la mala conciencia sobre los apoyos ya no hay quien se la cure.

Muchos años atrás algunos anunciaban que, tarde o temprano, Catalunya conseguiría por la vía de la cultura lo que en el País Vasco otros impulsaban con las armas o alentaban parapetados en el fragor de la violencia. Por suerte, los arboles de Euskadi volverán a echar hojas para quedarse. Ese soterrado "menja-menja" (versión catalana del come-come) ha ido extendiendo a espaldas de los socialistas catalanes y a espaldas de convergentes, que no hicieron ascos a servir de mulos de carga para llevar los votos nacionalistas crecidos en la urna de Esquerra Republicana hasta la casa común del seny catalán que controla, administra económica y ordena políticamente a Convergencia.

El discípulo avejentado ya de Jordi Pujol, Artur Más, ha lanzado su pirueta en tres tiempos: Nacionalismo ante todo; independencia si mantengo todo el poder en CIU y los votos de ERC; y dinero de España como punto de negociación antes y después de cualquier otra aventura. Y ahí acabará la historia, que contentará a todos sus públicos de interés: la izquierda nacionalista, que seguirá ensoñando; la derecha económica que rige Catalunya, y el propio Artur Mas. Una senyera tamaño plaza de Colón hubiera sido el fondo perfecto para esa foto en la puerta de la Generalitat, con un Más henchido y sonriente y un Pujol cabizbajo como un Sancho cualquiera mientras su delfín, ahora señor, se lanza contra los molinos de viento.

Después de esa foto, todos han dado un paso el frente para sacar de entre las hojas ese melón que nadie rozaba: federalismo. Desde aquel debate cerrado en falso por el Tribunal Constitucional sobre el estatut catalán, nadie creía oportuno volver a correr el velo del altar donde reposan las reliquias de ese problema no abordado, el territorial, que recorre nuestra historia desde hace siglos. El sinsentido es apartar la cortina ahora, intentar conjugar federalismo, independencia, Catalunya, Euskadi y, para algunos no, Galicia en plena fase electoral, porque a Mas y otros que mandan más que él no le salieran las cuentas con o sin España. La irresponsabilidad será acudir a este falso e interesado debate de ahora por Catalunya sin tener una hoja de ruta particular, de partido, o de país que sea algo más que un trazo en la arena.

La Diada del 11S fue una hermosa jornada llena de poesía, con la que digerimos a veces tan mala prosa. Desde aquel día, la historia ha traído poco sexo y poco dinero. Esperar y ver.

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