domingo, 16 de septiembre de 2012

Antes de que pase el día: La hora de las soflamas


La única certeza es que, hace ya bastantes días, uno se fue un rato del país sin despegar los pies, se alejó del runrún del volcán social que este país y encontró en el ferragosto la coartada para aflojar las ansiedades. Es una actitud mental sobre todo, pero algún efecto tiene. No escapas de nada pero lo parece. Como terapia parece que funciona. Por eso lo que algunos llaman “la vuelta” al curso vale únicamente para lo escolar, porque en lo demás seguimos donde estábamos. Aunque seria mejor decir peor de lo que estábamos: las incógnitas que se relatan sin ofrecer alternativa no son sino un aviso de mayores males y peores inquietudes, porque no tienen fecha y eso las hace más largas e intensas.

A este país le han quitado el andamio de los pies y cada uno pinta la fechada como le conviene o como puede en el fragor de la caída. Queremos pensar que no existe el vacío, que el suelo llegará o nosotros a él en algún instante que esperamos no lejano; y mientras vemos desaparecer por nuestro lado referencias históricas, afanes recientes y esperanzas en diseño, como el vaho de los cristales se deshace en gotas que parecen algo, pero cae hasta el alfeizar de las ventanas para dejar de ser.

Nada ha cambiado desde que agosto fue frontera mental entre el hastío y la continuidad de la angustia. Ha arreciado la incertidumbre de quienes gobiernan, se hace más notoria la voz de los que se quieren hacer oir frente a tanta “futuro” desconocido; ya notamos en los pies u los telediarios las brasas del otoño caliente que se anunciaba aunque aún falte tanto fuego para calmar el frío que nos han metido en el cuerpo y el que nos llegará poco a poco, porque así está anunciado. Y ni siquiera sobresale por encima de la bruma en que vivíamos el sonido prelectoral del País Vasco y Galicia. Si alguna vez el resultado electoral de Andalucía o Asturias tuvieron mayor significado, esta losa plomiza del gobierno del desconcierto de antes y ahora ya no permite pensar en votos, en políticas, ni tan siquiera en promesas electorales, esa quimera que de vez en cuando nos removía el cuerpo y la mente porque estábamos vivos, sensibles incluso ante el discurso falso.

Hay una letanía permanente, coral, a varias voces, no importa si discordante, que proviene del Gobierno del PP, que ha cambiado el anuncio del mal por el de no se cómo de mal, que ha descubierto que no es preciso anunciar más sino ejecutar porque el ruido de la respuesta tiene tono menor. Y en esa estrategia han llevado hasta el nivel del rumor solo lo que antes fue discurso de oposición. O es que tal vez hemos perdido la sintonía o el oído mismo.

Algo hemos avanzado. Además de ese 15-M, referente espontáneo adormecido, comienza a tomar cuerpo una protesta multicolor, territorial, sectorial y coordinada; ya no son solo los sindicatos quienes encabezan la protesta, ahora hay una coordinadora del slogan y del discurso contra esta tela de araña pegadiza, esta malla de gladiador que nos achanta y paraliza. Cabe la duda de si toda esa organización cromática de la amargura no terminará suplantando la fortaleza de la protesta; la presencia se apacigua, pero asegura el mantenimiento de la tensión durante un tiempo.

Cataluña lanza al resto del estado un mensaje ajustado a la música actual. Entona un antiguo himno de independencia con una nueva fuerza, una vez que en Euskadi ya no se reclama ruptura a humo del 9 largo, y en Euskadi alguien ha corrido para decir que es igual grito, igual himno, igualmente válidos, corriendo la cortina sobre el viejo escenario tan vivo aún. Unos y otros alzan la voz en pauta electoral aunque, en el fondo, la razón económica, el interés es el mismo, el argumento dual economía/independencia vale para diluvio o sequía pero encuentra tierra donde asentar su semilla, a los pies de un gobierno que salta en la intemperie mientras amaga con soberbia.

Euskadi y Galicia viven su precampaña, anticipada y larga como todas últimamente. Feijó pretende es el presidente de la Xunta que araña la eternidad fraguista porque la alternativa es el recuerdo del bipartito que aún se arrastra hecho pedazos desde Doiras hasta A Garda. El lendakari del País Vasco aspirante a lendakari pelea con la imagen ese tiburón llamado política que le arrastra hasta Madrid, imagen real o no que todos alimentan en voz baja y suena a disculpa cuando se desmiente. Tiempo de elecciones que impone silencio en las discrepancias internas y fuerza el encaje de cuerpos desmembrados.

Así es esta vuelta seis días ya del otoño, un paisaje de soflamas interpuestas, entrelazadas como voces discordantes en un horizonte tan incierto como antes de la ida, soflamas todas que rebotan contra ese cielo de crisis plomizo que se va descolgando sobre nuestro infuturo.


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