Ellos
tampoco hubieran ganado Eurovisión en sus cuarenta años de existencia ni
estuvieron nunca subiendo y bajando por los “40 principales” porque, aunque Rush se incorporó un poco más tarde al
futuro de aquel rock progresivo
inicial (1968), lo hicieron con el eco de los grandes para ser tan grandes como
ellos sin dejar de ser especiales. En Glasgow (Escocia) demostraron esta semana pasada por qué tienen veinticuatro millones de discos de oro y cinco de platino, de los que tres registraron más de dos millones de copias vendidas.
Entonces
el trío rockero Rush no compartía el
edén de otros como Queen, King Crimson, Pink Floyd, Yes, Genesis, Camel, Jethro
Tull, Soft Machine y Emerson, Lake & Palmer, pero este 2013 les ha traído
su subida al altar de la historia al ser nombrados miembros del "Rock and Roll Hall of Fame", algo así como
el Nobel de la música estadounidense, aunque ellos sean de Canadá y su fama se
haya extendido a todo el mundo, ahora que el mundo es más participativo y la
gente puede votar también lo que otros deciden. El reconocimiento también a que
el rock progresivo ya no es un subproducto del rock, si es que alguna vez lo
fue.
Nunca vendrán a España, como ya advirtió su manager para Europa, Neil Warnock a algunos
fans que declaran su desconsuelo por internet y no aciertan a saber por que. Y
aunque estos dos años han tenido por objeto la presentación de su ultimo disco
"Clockwork Angels" ("Los ángeles mecánicos"), solo han
rozado Europa por la zona fría. Por eso fueron muchos los que quisieron apurar
esta oportunidad de escuchar en directo a los huidizos Rush en Glasgow, en un
tour que les llevará a Amsterdam, Colonia, Berlin y Suecia y Finlandia, a
Estados Unidos de regreso y, de ahí, a la inmortalidad desde su "otra
forma" de sentir el rock.
Siempre
han llevado a gala la espectacularidad de sus actuaciones y ya lo anunciaban
los diez enormes camiones que, como trasatlánticos de carretera, aparcaron días
antes junto al SEC (Exhibition Centre) de Glasgow, plantado sobre la vieja y
ruinosa huella industrial de la ciudad más populosa de Escocia. Y espectacular
fueron sus tres horas de actuación ante 9.000 personas.
La
música de Rush ha ido girando desde el rock progresivo fuera de las corrientes
mayores hasta este de la gira 2012/13, que puede ser la última de esta
dimensión, y de su último disco, el número 20 de su historia desde aquel
"Rush" de su presentación, con la canción "Working Man"
como primer hit. De eso hace 40 años, en los que han ido de la descripción de un futuro distópico,
deshumanizado, a uno más idealista y romántico. Situados en el lado off del
rock más escuchado, nunca fueron del beneplácito de unos ni otros, los de las
listas de éxito, y por ahí caminaron desde los tiempos en que Led Zeppelin era
la fuente de inspiración hasta el rock progresivo con el exitoso
"2112", las cercanías del reagge y la vuelta final al hard rock, siempre con la voz inconfundible de
Geddy Lee, el increíble tempo de Neil Peart en la batería de doce cajas y las
imaginativas guitarras de Alex Lifeson. Hoy todos son algo mayores pero con
camiones enteros de energía e imágenes sobre el escenario, aunque a muchos de
sus fans ya se les vaya haciendo un poco duro buscarles en el mapa.
En
Glasgow desgranaron temas de su histórica carrera y de "Clockwork Angels", el álbum que
pasean y con el que siguen sin alejarse un milímetro de esa esencia del rock
progresivo de mezclar música y fantasía. "Clockwork Angels" recorre
las historias y aventuras de un hombre joven en un fastuoso y colorido mundo de
magia y ambientación victoriana, mientras persigue sus sueños. Pocos jóvenes
acudieron al SEC escocés pero no por eso los mayoritariamente canosos dejaron
de seguir la historia contada de ciudades perdidas, piratas, anarquistas, un
exótico carnaval y la de ese relojero que afina obsesivamente cada aspecto de
su vida diaria.
Por la pantalla
del escenario pasaron cubiertas de submarinos, coches de niños años 30 al borde
del hundimiento, truenos y paisajes idílicos sacados de cualquier novela de
Ruiz Zafón, cohetes, psicodelias y, cómo no, esos signos misteriosos que sólo
saben interpretar Neil Peart y sus compañeros de Rush. Peart, un símbolo tan
impenitente en 40 años de excelente rock como ese zepelín del video, empeñado
en sobrevolar y superar la llama de los volcanes a la vez que los relojes
comienzan a moverse en el sentido en que se mueven los relojes, hacia delante.
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