Ahora que
se cumplen dos años desde las últimas elecciones autonómicas y municipales en
Navarra, los hechos y las fechas adquieren una visión más trascendente, por la
importancia de los mismos y para mirar hacia el futuro, incierto frente a un
pasado sorprendente.
De
aquellas, tan cercanas aún elecciones, el hecho más desatacado tal vez fuera
entonces la presencia de una mujer, Yolanda Barcina, encabezando la candidatura
a la presidencia del gobierno después de ser alcaldesa de Pamplona durante tres
legislaturas y que sustituía a su antecesor y protector, Miguel Sanz Sesma. UPN
había despedido el siglo XX (año 2000) con Sanz como presidente del Gobierno
foral, aunque ya había dejado de liderar el partido, y con una mujer como
primera alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina (nacida en Burgos). Ambos se
habían repartido el poder foral y de la capital yendo de la mano a las mismas
elecciones autonómicas y municipales, las de 1999.
Yolanda Barcina, presidenta del Gobierno de Navarra y de UPN |
Con ella
en el Gobierno da comienzo un ciclo que vendría a romper los cauces
tradicionales de la vida política, institucional y económica navarra. Seis
meses antes de las elecciones de 2011, Caja Navarra se integraba en Banca Cívica
en el salto que le llevaría a su desaparición. Todavía era presidente de su
Consejo de Administración Miguel Sanz.
UPN gana
las elecciones pero dos años después es público el relato de enfrentamiento abierto
y el despecho del expresidente con la propia Barcina antes del congreso de UPN,
hace solo dos meses. UPN gana pero pierde 28.900 votantes con la exalcaldesa
como candidata y se rompe ese respaldo superior al 40% de los votos conseguido
por Miguel Sanz cuatro años antes; el partido regionalista baja al 34.5% y
desciende de 22 escaños a 19. Con el objetivo de gobernar de nuevo, explora por
primera vez la posibilidad de incorporar a los socialistas al Gobierno, para
hacer un frente común ante el crecimiento de la izquierda nacionalista,
dividida pero reforzada.
Convertido
en la bisagra que puede hacer gobernable Navarra, el PSN-PSOE decide formar
parte de ese nuevo Gobierno encabezado por Barcina y acepta, entre otros
cargos, la vicepresidencia primera. Gobernar juntos era una aventura no
experimentada en Navarra y significaba, para UPN, no controlar inicialmente la
totalidad del Gobierno. Esa alianza, que Barcina consigue sacar adelante del
seno de UPN, es una alianza imposible, porque Barcina no es el hábil Pepe
Blanco ni Roberto Jiménez es Juanjo Lizarbe o Carlos Chivite, sus antecesores
en la secretaría general socialista. Y, sobre todo, porque la crisis económica
se planta en la Plaza del Castillo pamplonica como en el resto de España y el
PSOE de Rubalcaba tampoco ya es el mismo, incluso a pesar suyo.
El PSN,
como UPN, pensaron que la “aventura popular” de Yolanda Barcina se había
cerrado cuando, al borde de la ruptura, se crea el PP navarro y Barcina decide
seguir en UPN, aunque condicionando su marcha a contar con el poder en el
partido regionalista. Es muy probable que para la mayoría de UPN, como para
todo el Partido Socialista, el encuentro de Yolanda Barcina con José María
Aznar en Marbella en otoño de ese mismo año fuese un acto amistoso, leyenda se dice.
No obstante, en esa reunión comienza a plantearse el segundo objetivo real de
Barcina: El primero, ser elegida presidenta en el Parlamento con la única
mayoría posible, la de UPN y PSN juntos y conseguir la estabilidad inicial del
Gobierno, con el socialismo haciendo de frontón en el Parlamento. Y, en segundo
lugar, hacerse con el poder completo del Gobierno y dejar de compartirlo con el
PSE. A pocos meses de formar gobierno, la presidenta de UPN busca con el
Partido Popular la forma de respaldar la política de Mariano Rajoy, confiando
en que el débil socialismo navarro siga la huella del derrotado José Luis
Zapatero.
Solo ha
pasado un año desde que se hubiera formado el nuevo Gobierno y ya es público el
enfrentamiento entre los dos vicepresidentes, Roberto Jiménez y Álvaro Miranda
(imputado en el caso Caja Navarra como consejero de Economía y Hacienda). Después
de varias intervenciones públicas que evidencian esa profunda discrepancia,
Barcina expulsa con nocturnidad a su vicepresidente y aliado: “Navarra no se
merece un vicepresidente así”. Barcina decidido seguir sola. Roberto Jiménez
decidió continuar siendo secretario general de un impávido PSN.
EL ABISMO
DE UPN
La
personalidad de Yolanda Barcina -su estilo de gobernar y de entender la
política- se extiende desde su gestión en el Ayuntamiento hasta el Gobierno
foral y a la propia UPN. La presidenta del Gobierno se queda desnuda de poder
frente al Parlamento pero, sobre todo, deja UPN al borde del abismo político
que su partido ha venido describiendo desde hace tantos años: La legalización
de la izquierda abertzale, el avance del nacionalismo moderado navarro y,
finalmente, la llegada de los partidos nacionalistas al poder. Peor aún, en su
visión obsesiva, un escenario en el que las referencias políticas son el
regionalismo autónomo de UPN, una derecha siempre débil, con mayorías
insuficientes y sin el respaldo de Caja Navarra, y el nacionalismo
vasco-navarro, financieramente solvente y con una clara capacidad de avance
social.
Un año
después de ganar las elecciones de mayo de 2011, Barcina descubre lo que es la
minoría parlamentaria; encuentra enfrente un Parlamento que mayoritariamente
pide su dimisión (incluidos sus exsocios de Gobierno) y ve cómo la oposición termina
por presentar una moción de censura que no fructifica cuantitativamente por la
abstención del PSN pero deja en la pared la marca histórica de la primera
moción contra quien ocupa la presidencia del Gobierno de Navarra. Nunca, ni en
minoría, UPN había vivido una experiencia de este tenor que evidencia, de
manera clamorosa, la incapacidad del partido de la derecha navarra para llevar
adelante su proyecto político ni económico, el que podía desarrollar desde la
CAN en las afueras de las instituciones.
Llegar a
un Congreso como el de marzo pasado en el Baluarte de Pamplona, con dos
candidaturas abiertamente enfrentadas y que una de ellas la encabece el
presidente del Parlamento, Alberto Catalán, también es una cultura ajena a UPN.
Tampoco la
crisis económica se ha cebado en Caja Navarra. Parece evidente a estas alturas
que son las decisiones políticas de décadas y las empresariales de la última
legislatura del Miguel Sanz presidente, con Enrique Goñi a su derecha, una de
las instituciones más conservadoras de la banca española y la que emprende el sprint de la expansión más sorprendente
en tiempo de crisis. Barcina ya está en el comienzo de esa crisis en el Consejo
de Caja Navarra cuando se decide crear la Comisión Permanente, cuya
constitución y dietas investiga la juez de Pamplona. Ella es el aro central que
une durante este bienio negro las cadenas de las crisis navarras.
Dentro de un año justo tendrán lugar las nuevas
elecciones al Parlamento europeo, que el PSOE teme como un nublado y a las que
van destinadas todas las estrategias de ese partido durante los próximos doce
meses, desde la Conferencia Política de octubre hasta unas eventuales
elecciones primarias anticipadas. Llegar a ellas en Navarra sin mover un ápice
la realidad política presente no es imaginable, como no lo es que el PSN-PSOE
permanezca hasta las elecciones europeas sin mover la ficha que se le reclama
incluso dentro del socialismo navarro. Yolanda Barcina espera llegar a ellas
sin descolocarse, aunque sea en minoría, porque sabe, como siempre ocurrió, que
el PSN contiene la aguas. El riesgo, ya se sabe, es que este bienio negro de la
presidenta Barcina lo sea también para el socialismo navarro.
Publicado en Diario Noticias de Navarra. 24 mayo 2013
http://www.noticiasdenavarra.com/2013/05/23/opinion/tribuna-abierta/el-39bienio-negro39-de-navarra-y-upn
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