viernes, 10 de mayo de 2013

De ETA al PSOE: El reencuentro melancólico de los "euskadikos" (I)


Frente por frente con la Universidad de Deusto (Bilbao), una sala moderna y corta de luz de la UPV acogía a casi una centena de personas para la presentación de un libro. Casi todas ellas eran antiguos miembros de la desaparecida Euskadiko Ezkerra, hace ahora diez años, en el sótano ideológico del PSE-EE. Antes, en su mayoría fueron miembros de esa ETA político-militar que, anticipándose veinte años a lo que ójala ocurra pronto en Euskadi, decidió disolverse en silencio de la mano de Mario Onaindia, "Teo" Uriarte y Juan Mari Bandres. En el aire de la sala aleteaba la sonrisa de Mario y la de su viuda, Esozi Leturiondo, quien convocaba el acto como presidenta de la Fundación Mario Onaindia (FMO-MOF).
¿Héroes, heterodoxos o mártires?
Faltaban los potes. pero aquello era el recuentro de las arrugas de viejos compañeros y compañeras y la memoria siempre fresca en torno a lo que fue posible hacer, después de todo lo que se quiso ser. Uno de ellos, que escapó hacia el nido socialista tres años antes de la debacle económica de Euskadiko Ezkerra, Eduardo Uriarte (Teo), marcó con crudeza cómo había sido el final de ese proceso, veinte años después o cuarenta de iniciarse: “Estamos aquí los despojos de la historia”, dijo sonriendo y con un punto de acidez. 
Mario Onaindia
Nadie más le siguió. Nadie quiso reconocerse como pasado de esa ETA de la que se habla hoy y que es, en muchas partes, heredera de aquella otra que se desgajó de los milis, donde compartieron ideas, nacionalismo; ni parte de aquel socialismo, para muchos falso, que justificaba la radicalidad del nacionalismo. Ahora, tantos años después, es fácil comprobar que las ideas sociales de ETA, traspasadas a su brazo social, Bildu, EH Bildu, Aralar, Amaiur o Sortu finalmente, son la apariencia para un tiempo de crisis e injusticias de un discurso que antepone la aspiración nacionalista y la blinda con pintura de colores.
Los euskadikos, allí presentes o no, los antiguos militantes y los adheridos con el tiempo o desde la lejanía geofráfica, son una forma de ser, con un pie en la política y otro en el pensamiento, como se suele decir; cosa mala, se dice también, para quienes andan o querían andar en la política. Esa mirada especial les hacía reconocerse entre ellos y ellas, algunos desde una radicalidad sobrevivida y otros desde la mirada del recuerdo de una oportunidad perdida nuevamente, la del casi cuatrienio socialista, que les invitó a subirse al Gobierno vasco de la mano de Patxi López y el ojo vigilante del PP de Basagoiti para, nuevamente, adornar la confusa tarta del poder en un país confuso y todavía a medio reconstruir políticamente en ese entonces.
Esozi Leturiondo, Teo Uriarte, Patxi López .....
Era inevitable mirar a los ojos de Esozi, la vigilante de la obra y pensamiento de Mario desde la Fundación, y no ver a través de ella esa mirada de halcón de Mario Onaindia, como se esperaba su intervención inicial, porque todos iban a escuchar, otra vez, la voz del etarra nacionalista sobrevenido en socialdemócrata y que dejó solas sus filas hace ahora 10 años, justo en el momento en que el PSE, con las siglas añadidas de EE, comenzaba a enterrar aquel bagage de lucha por la libertad que mantenían, sin aventurar aún que la democracia de después era mejor que aquella lucha armada.

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