Mientras
el gobierno de Rajoy tenga en su mano la potestad de las contraprestaciones
para los presos, que es la cuestión más importante a resolver junto a la
atención a las víctimas, a los políticos de todos los partidos vascos les
quedan pocos marcos como la Ponencia de Paz y Convivencia del Parlamento para
poner en valor el fin de la violencia y apuntalar, al menos eso, las bases de
un futuro en paz.
Jonan Fernández, secretario general de Paz y Convivencia. Gobierno Vasco |
Si el PSE-EE ha decidido optar por dejar que la paz
sin desarme se vaya asentando en la sociedad vasca como una de las posibles
salidas del laberinto, coincidirá con todos aquellos que quieren que el
silencio borre la huella de la violencia y deje para los historiadores lo que
la política, al menos la del PP y la del PSE-EE, no quiere protagonizar. A fin
de cuentas, como señalaba el presidente socialista, Jesús Egiguren, el final de
ETA será su no presencia y la atención a las víctimas, y la convivencia uno de
los muchos retos a los que se enfrenta cualquier sociedad. Por el hecho de ser
su presidente, Egiguren no marca la política del PSE-EE sobre esta cuestión,
pero tampoco es baladí su reflexión desde el faro costero en el que se ha
instalado hace tiempo, en el sentido de que tampoco hay que alambicar la
estrategia de los partidos, porque la paz ya ha entrado, se está instalando a
pesar del escenario de discrepancia que la política presenta.
Apostar, no obstante, por la visibilidad del fin del terrorismo, como defiende el PP y reitera
amenazante el ministro del Interior, o ir acompañando ese final con un
protagonismo de los partidos vascos y con carácter institucional, como es la
propia Ponencia parlamentaria, son dos opciones diferentes que ni siquiera son
contradictorias. Mantener viva esta segunda fórmula, la parlamentaria, es
difícil para el gobierno del PNV porque no cuenta con las viejas mayorías
absolutas mano y preferiría pasar página cuanto antes, pero, sin embargo, es el
propio lehendakari Urkullu el que está alentando una Ponencia que si no está
participada por todos acabará en el minuto justo para firmar su fracaso. Y este
será el fracaso de la política que a una parte de Euskadi le costaría entender
después de tantos años en los que, abiertamente o entre secretos de Estado, se
ha buscado un ápice de solución en distintas ocasiones con participación de
todos los gobiernos de diferentes colores que España y Euskadi han tenido.
LA PONENCIA COMO SÍMBOLO
Rodolfo Ares, exconsejero de Interior y Coordinación
del Gobierno de Patxi López es secretario de Organización del PSE-EE y quien ha
tomado las riendas del discurso más duro del socialismo vasco respecto al
futuro de la Ponencia sobre Paz y Convivencia y ha reiterado desde antes del
verano que la permanencia del PSE-EE estaría condicionada a que EH Bildu
asumiera el denominado “suelo ético” aprobado, lo que significa reconocer el
daño causado por el terrorismo, situar la ética y el respeto a los derechos
humanos por encima de todo y que la memoria de estos 70 años de terrorismo no
sean "una verdad a medias reprimida o amnésica". La razón está en
las actitudes de la izquierda abertzale y, de forma especial, sus
manifestaciones a favor de los presos durante las fiestas veraniegas en todo
Euskadi.
Cabe
recordar que la Ponencia de Paz y Convivencia fue una iniciativa de Patxi López
a raíz de que ETA anunciara su alto el fuego; fue aprobada por la voluntad y
los votos del PSE-EE gobernante entonces y del PNV y en ella se integró también
el PP a pesar de su resistencia inicial. Pero EH Bildu y su segunda fila de escaños,
que es la que más decide, votaron en contra. Hoy día, el PP se ha marchado
argumentando que esa Ponencia solo servirá para “lavar” la imagen y el pasado
de los herederos de Batasuna, y los socialistas han seguido sus pasos después
de dejar la amenaza de abandono a la puerta del verano para confirmarla a su
vuelta; la izquierda abertzale ha decidido mantenerse en ella y el PNV ha
pasado a liderar su futuro, cualquiera que sea.
“MUY
POR DETRÁS DE LA SOCIEDAD”
Gustaba
escuchar al portavoz parlamentario socialista, Josean Pastor, reconocer en
televisión que la sociedad vasca ya está muy por delante de los partidos
políticos respecto a la paz, y también en cuanto a las reivindicaciones de la
izquierda sobre soluciones colectivas para los presos. Gustaba en lo que tenia
de reconocimiento de la inteligencia social para buscar nuevos horizontes, pero
no dejaba de ser un reconocimiento del fracaso de los partidos políticos cuando
ETA sigue sin disolverse, el Gobierno de Madrid encallado en la estrategia
policial y los demás partidos han perdido la sintonía con la ciudadana hasta
ese nivel. A pastor se le podia entender que la cuestión de la Ponencia de Paz
y Convivencia se ha convertido en un juego de los partidos y que los hechos
mismos, la evolución de la convivencia diaria, está restando importancia a esa
herramienta ejemplarizadora y cauce de dialogo que pretendía ser el Parlamento
vasco, al que ahora el lehendakari Urkullu quiere regresar con su plan de Paz
respaldado de forma mayoritaria.
A
la vista del doble criterio del PSE-EE y sin ser preciso un profundo ejercicio
de adivinación sobre la actitud de EH Bildu, la primera duda que surge es si el
entonces lehendakari Patxi López ya preveía que la izquierda heredera de
Batasuna no aceptaría ese mínimo ético que se acordó ni iba a participar en el
debate de la Ponencia y contaba con que se quedase fuera. La segunda duda es si
existe un espacio de encuentro alternativo para esa “visualización” del final
del terrorismo que a nadie interesa más que al PSE-EE y al PP: Al PP, para
darle cuerda al discurso de Mariano Rajoy, y al PSE-EE para no ser un invitado
de piedra o solo un espectador en el final de ese proceso que parece ya
irreversible.
Fuera
de la Ponencia parlamentaria, solo al PP se le reconocerán sus vestiduras pero
el PSE-EE descubrirá la inconsistencia de una estrategia que le ha llevado a
estar públicamente ajeno a los grandes momentos del más difícil capítulo por
resolver. Porque, como afirma incluso el PNV y también Pastor, el cierre del
proceso terrorista no acaba con el olvido, sino con la discusión sobre lo
ocurrido y la búsqueda de acuerdos básicos sobre lo irrepetible.
El
“pacto del mojón” entre nacionalistas y socialistas ha resuelto los aspectos
económicos que podían hacer quebrar la legislatura de Urkullu y el PNV. Se
entiende menos por eso que el PSE-EE renuncie a desarrollar su habilidad para
el diálogo en una Ponencia donde la política vuelve a ser una herramienta
valiosa y fuera de la cual los discursos sueltos no crean ovillo. Más
sorprendente aún es que el PSE-EE amague con renunciar a que el Parlamento
tenga un razonable protagonismo en ese proceso final del terrorismo. Es
indudable, no obstante, que la caja de resonancia de la actitud ante el futuro
de la paz es el Parlamento, como insiste Paul Rios (Lokarri) y lo demás será
predicar historia en el desierto,
No es previsible que el PNV vaya a dejar suelto el hilo con que ha
atado a EH Bildu en la Ponencia, aunque solo sea para dejarles ante la
evidencia de lo vivido y forzar, en la medida de lo posible, la extensión de
conceptos como tolerancia, convivencia y normalización por encima de la propia
historia. No será un trabajo fácil, ni siquiera a la sombra de la
confidencialidad, como apunta Egibar, pero más difícil parecía darle la vuelta
a una década de ese enfrentamiento entre nacionalismo y socialismo al que
parece haberse puesto fin.
Artículo publicado en Diario Noticias de Álava 2 de octubre de 2013
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