Si no fuese tan
critica la crisis y tan poca la oposición, seria un sarcasmo que los ciudadanos
y ciudadanas de este país tengan que ver al rey al frente de la España
intervenida por el capital más que europeo, más allá de sus escuetas
intervenciones recientes sobre la crudeza de nuestra crisis o sobre la crisis
real, la suya que, para colmo, también es nuestra.
El viernes 13 que el
gobierno de Mariano Rajoy se ha programado como nuevo hito de este carnaval
político que ya dura seis meses, puede ser un insulto a la inteligencia, una
pedrada a la paciencia o un alarde de estupidez. Pero es más que eso situar el anual Consejo de
Ministros deliberante que el rey preside y que, si sirve para algo, es para
hacerle creer al monarca que es rey, momentos antes del Consejo de Ministros habitual, el otro, el que parece de verdad, el que confirmará la renuncia del gobierno a ser gobierno para pintar de acuerdos lo ya anunciado y para convertirse en verdugo social como pocos lo fueron. Esa coreografía deliberada forma parte de su estrategia reivindicadora del poder absoluto para el partido gobernante por
encima de cualquier orden e institución.
Si hubiese un solo hálito
de republicanismo heredado de aquellos viejos liberales perdidos en la UCD,
podría entenderse este juego de poderes entre el ejecutivo y la monarquía,
aunque fuese un nuevo anacronismo de la derecha culturofranquista que nos
gobierna. Los hechos de estos seis meses, sin embargo, nos dicen que esa
estrategia es más que un juego: el despotismo parlamentario, la burla y mofa de
los profesionales de la administración que la sostienen con sus pros y sus
contras, la carga con fuego real contra el sindicalismo mientras se da
cuartelillo a la derecha empresarial para que en su cobijo lama las heridas de
sus fracasos organizativos, la carga de caballos herrados contra los partidos y
los políticos, como si fuesen cosa ajena a ellos mismos, o, por ir acabando, el
recorte del mapa territorial, como un dibujo escolar de quita y pon, nos enseña
no los modales sino los objetivos de un programa que, por bárbaro y
anticonstitucional, no se atrevían a enseñar, de lo cual hicimos anécdota en
los mítines sin animarnos a descubrir, por no zaherir excesivamente, si eran
galgos o podencos.
Comprobaron, ellos,
los otros, sin necesidad de grandes gurús, que la crisis económica provocada por
este partido que gobierna y por sus hermanos siameses europeos era la mejor
coartada para, sin necesidad de resucitar al dictador, clavar el miedo en la
nuca y aprovechar para poner en pie una nueva etapa de rigor ideológico con el
añadido de la zafiedad de un ministro de Hacienda como nunca conocimos, el
descaro cultofascista de la presidenta de la Comunidad madrileña o el descarnado
derechismo ideológico de la secretaria general del PP, señora De Cospedal,
presidenta en una de las comunidades autónomas con más historia social y más
pobreza renaciendo.
A este viernes 13 de
nueva edición llegamos con un rey desnudo y sin casaca que le apoye. Con un
gobierno que ha rendido armas al anochecer de Bruselas y ha montado en Zarzuela
un remedo de cumbre institucional de afirmación nacional, un escenario vacío en
el que esconderse detrás de una pantalla donde la economía proyecta caricaturas
de gobernantes, como en ese entrañable “Espacio Brell” de la capital belga.
Sombras chinescas para ilusos desilusionados que, pese a todo, andan erre que
erre. Llegamos ya con el espíritu roto por las medidas previstas que se suman a las que aún no hemos terminado de asumir.
Si, también: A este
viernes y 13 llegaremos más solos cada cual, más indefensos y mas inertes que
nunca, resignados a darle tiempo a la izquierda que gobernó a que asuma la
verdad de que nuestro pecado original fue creer como creíamos en el paraíso
prometido y el suyo morder la manzana que les ofrecía el lobo feroz. Vanitas
vanitatis después de todo si al menos quedara un solo resquicio de esperanza
que no pisotee cualquier dia de estos uno de esos congresos de estos destinados
a renovar lo inrenovable. Entre tanto, el PP seguirá ninguneando las peticiones de pacto que, erre que erre, se le pide, esa limosna para perro pedigüeño. No vino hasta aquí para eso. El Parlamento se ha convertido en un reino vagabundo sin energía y ni siquiera expresión corporal, un erial por el que pasear a los ministros sabiendo que la oposición aún anda aprendiendo a hacer espadas de madera.
En este día, poco
antes del 13 viernes de autos, solo divisamos el hilo de luz de una marcha
multicolor que vino de una mina negra y que, pese a su debilidad, ya habrá
hecho historia para cuando llegue el fracaso.
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