La única certeza es que, hace ya
bastantes días, uno se fue un rato del país sin despegar los pies, se alejó del
runrún del volcán social que este país y encontró en el ferragosto la coartada
para aflojar las ansiedades. Es una actitud mental sobre todo, pero algún
efecto tiene. No escapas de nada pero lo parece. Como terapia parece que
funciona. Por eso lo que algunos llaman “la vuelta” al curso vale únicamente
para lo escolar, porque en lo demás seguimos donde estábamos. Aunque seria
mejor decir peor de lo que estábamos: las incógnitas que se relatan sin ofrecer
alternativa no son sino un aviso de mayores males y peores inquietudes, porque
no tienen fecha y eso las hace más largas e intensas.
A este país le han quitado el
andamio de los pies y cada uno pinta la fechada como le conviene o como puede
en el fragor de la caída. Queremos pensar que no existe el vacío, que el suelo
llegará o nosotros a él en algún instante que esperamos no lejano; y mientras
vemos desaparecer por nuestro lado referencias históricas, afanes recientes y
esperanzas en diseño, como el vaho de los cristales se deshace en gotas que
parecen algo, pero cae hasta el alfeizar de las ventanas para dejar de ser.
Nada ha cambiado desde que agosto
fue frontera mental entre el hastío y la continuidad de la angustia. Ha
arreciado la incertidumbre de quienes gobiernan, se hace más notoria la voz de
los que se quieren hacer oir frente a tanta “futuro” desconocido; ya notamos en
los pies u los telediarios las brasas del otoño caliente que se anunciaba
aunque aún falte tanto fuego para calmar el frío que nos han metido en el
cuerpo y el que nos llegará poco a poco, porque así está anunciado. Y ni
siquiera sobresale por encima de la bruma en que vivíamos el sonido prelectoral
del País Vasco y Galicia. Si alguna vez el resultado electoral de Andalucía o
Asturias tuvieron mayor significado, esta losa plomiza del gobierno del
desconcierto de antes y ahora ya no permite pensar en votos, en políticas, ni
tan siquiera en promesas electorales, esa quimera que de vez en cuando nos
removía el cuerpo y la mente porque estábamos vivos, sensibles incluso ante el
discurso falso.
Hay una letanía permanente, coral,
a varias voces, no importa si discordante, que proviene del Gobierno del PP,
que ha cambiado el anuncio del mal por el de no se cómo de mal, que ha
descubierto que no es preciso anunciar más sino ejecutar porque el ruido de la
respuesta tiene tono menor. Y en esa estrategia han llevado hasta el nivel del
rumor solo lo que antes fue discurso de oposición. O es que tal vez hemos
perdido la sintonía o el oído mismo.
Algo hemos avanzado. Además de ese
15-M, referente espontáneo adormecido, comienza a tomar cuerpo una protesta multicolor,
territorial, sectorial y coordinada; ya no son solo los sindicatos quienes
encabezan la protesta, ahora hay una coordinadora del slogan y del discurso contra
esta tela de araña pegadiza, esta malla de gladiador que nos achanta y
paraliza. Cabe la duda de si toda esa organización cromática de la amargura no
terminará suplantando la fortaleza de la protesta; la presencia se apacigua,
pero asegura el mantenimiento de la tensión durante un tiempo.
Cataluña lanza al resto del estado
un mensaje ajustado a la música actual. Entona un antiguo himno de
independencia con una nueva fuerza, una vez que en Euskadi ya no se reclama
ruptura a humo del 9 largo, y en Euskadi alguien ha corrido para decir que es
igual grito, igual himno, igualmente válidos, corriendo la cortina sobre el
viejo escenario tan vivo aún. Unos y otros alzan la voz en pauta electoral
aunque, en el fondo, la razón económica, el interés es el mismo, el argumento
dual economía/independencia vale para diluvio o sequía pero encuentra tierra
donde asentar su semilla, a los pies de un gobierno que salta en la intemperie
mientras amaga con soberbia.
Euskadi y Galicia viven su
precampaña, anticipada y larga como todas últimamente. Feijó pretende es el presidente
de la Xunta que araña la eternidad fraguista porque la alternativa es el
recuerdo del bipartito que aún se arrastra hecho pedazos desde Doiras hasta A
Garda. El lendakari del País Vasco aspirante a lendakari pelea con la imagen
ese tiburón llamado política que le arrastra hasta Madrid, imagen real o no que
todos alimentan en voz baja y suena a disculpa cuando se desmiente. Tiempo de
elecciones que impone silencio en las discrepancias internas y fuerza el encaje
de cuerpos desmembrados.
Así es esta vuelta seis días ya
del otoño, un paisaje de soflamas interpuestas, entrelazadas como voces
discordantes en un horizonte tan incierto como antes de la ida, soflamas todas
que rebotan contra ese cielo de crisis plomizo que se va descolgando sobre
nuestro infuturo.
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