Sólo la desorientación política que atraviesa el Gobierno de Navarra, que preside doña Yolanda Barcina, permitiría comprender, que no aceptar, su propuesta de ahorro de la Administración Pública foral a costa cerrar la institución del Defensor del Pueblo/Ararteko. Y en pocas ocasiones como en esta tienen tanto significado los conceptos desorientación política, ahorro y foral.
Foto: E. Dijes. EFE |
Es histórica la reticencia de la derecha a la
existencia de los Defensores del Pueblo, sean uno solo como deseaba Enrique
Mújica cuando lo era para toda España, o ninguno, como la presidenta de
Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal demostró con urgencia y premeditación
pocos después de su toma de posesión para poner fin a aquella caterva de rojos
escondidos en los despachos de la institución manchega. Ni siquiera fue fácil
poner en pié la institución de la Defensora del Pueblo de Navarra, como bien
conoce D. Alberto Catalán, entonces secretario general de UPN y actual presidente del Parlamento foral.
Esa reticencia a la presencia de los Defensores del Pueblo va
estrechamente unida al deseo de los gobiernos de cualquier ideología a no
sentirse vigilados, por lo que incluso no se ha dudado en situar “en el otro
lado” a los titulares de las Defensorías, incluso a los y las menos sospechosos de proximidad ideológica.
La propuesta de la presidenta del Gobierno de
Navarra, sin embargo, nace de una filosofía más enraizada: la de evitar en lo posible que
las quejas ciudadanas sobre la mala o dudosa actuación de las Administraciones
públicas tengan un cauce mayor de presencia y de eco que el cansancio y el
aburrimiento en los propios pasillos de quien es responsable de dichas
irregularidades cuando se dan. Se ollvida que de esa manera también se anula la
capacidad de mejora de la propia administración pública, si esto fuese motivo
de preocupación en este o cualquier otro caso.
No es baladí recordar que las instituciones del
Defensor del Pueblo se crearon para la mejora de esa administración y que hubo
y hay ejemplos fehacientes de la bondad de ese objetivo, como también otros de lo contrario, por inactividad de sus responsables o cerrazón de sus interlocutores
institucionales o políticos, cuyas consecuencias solo pagan los ciudadanos. Y
recordar asimismo que, salvo esas excepciones en las que el Defensor del Pueblo es valorado por todas las ideologías como
patrimonio ciudadano y seguridad jurídica hasta niveles como los alcanzados en
Aragón o Catalunya, sus presupuestos para la gestión de estas instituciones
siempre han sido escasos y siempre dependientes de los presupuestos de los
correspondientes Parlamentos, de quienes los Defensores del Pueblo son
comisionados, en ningún caso de los Gobierno, salvo esas extrañas excepciones
que Madrid se inventó con defensores/funcionarios que eran juez y parte.
El presidente del Parlamento foral
de Navarra tiene en su mano las cifras y los recientes tajos al presupuesto de
la Institución del Defensor en Navarra, como tiene en su memoria lo barato que
fue crear desde el consenso político dicho organismo.
Hace pocos años todavía que la institución del
Defensor del Pueblo de Navarra era la mejor valorada por los ciudadanos,
incluso por encima de la temida Cámara de Comptos, lo que contribuía a
dignificar aún más la imagen y valoración de su organo rector, el Parlamento, a
veces tan denostado en esa tierra. Por eso, la propuesta del Gobierno de
Navarra de dejar sin actividad al Defensor del Pueblo como quien cierra una
ventanilla de venta de billetes de autobús solo cabe
entenderse como parte de ese siempre inacabado viaje de Yolanda Barcina hacia
el prometido espacio que tiene allí, junto a la bandera de la madrileña plaza de
Colón, la que se cae de vez en cuando aunque la Sra. Cospedal la vigile con
denuedo.
Todo ello forma parte de esta desorientación
política desde la ruptura del Gobierno con el PSN, cuyas bondades, si las
hubiera, corresponde ahora ensalzar. Salvar el bache de la minoría
parlamentaria, de la minoría social y de un futuro electoral tan extraordinariamente
abierto, cuando ya el PP ha mellado la propia cantera de UPN y clavado las uñas
de la gaviota azul en las barras del escudo foral, es un escenario que exige
cordura política, búsqueda de acuerdos para redefinir el futuro personal, incluso el de Yolanda Barcina, el de su partido y el de Comunidad foral navarra
Agredir los derechos de los ciudadanos más de
lo que ya se hace por supuestas y absurdas razones económicas, siempre ideológicas,
es una tarea tan de bajo nivel que solo sale de ella sin perder plumas la presidenta
de Madrid, a la que todo le vale y poco importa. Pero Madrid es una Comunidad
que adoptó hace muchos años la indefinición como seña de identidad y es sensato pensar que nunca como ahora Navarra necesita reforzar o buscar sus señas de identidad, sin hacerse
sangre en el ombligo, pero con visión clara, y sin mirar hacia otro lado que no sea la propia Comunidad foral.
Incluir como razón de la crisis económica
en Navarra la existencia y presupuesto del Defensor del Pueblo, incluso el actual, es un mal
chiste. Pero, además, deja en evidencia el doble juego de la presidenta Barcina.
(Publicado en el diario Noticias de Navarra. (6/septiembre/2012)
(Publicado en el diario Noticias de Navarra. (6/septiembre/2012)
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