Interior,
el Ministerio de Fernández Díaz, ha montado en cólera por el atrevimiento de
los expresos de ETA a reunirse públicamente en un teatro de Durango tras ser excarcelados
por haber cumplido su condena, un hecho al que ha denominado
"akelarre". Tal vez piense el pío ministro, tan fiado de los
milagros, que los 63 reunidos conseguirían invocar a los dioses de la mitología
vasca para acudir en su ayuda por la independencia de Euskadi y darse una orgía
sexual como las que le atribuyen a las pobres y supuestas brujas de
Zugarramurdi. Por desgracia, el ministro ha conseguido su objetivo: encender a
su clientela electoral, más que apaciguar aguas restando importancia al acto
mismo.
Fernández Díaz, ministro del Interior del Gobierno de Mariano Rajoy (Foto EFE) |
Con
ser destacable la adhesión de los exconvictos etarras al comunicado hecho por
la asociación que agrupa a los presos que permanecen encarcelados por causas
iguales a las suyas, lo importante realmente era precisamente comunicado, no la
relevancia de quienes lo leyesen, lo reiterasen o se adhirieran públicamente a
el. Hay quien incluso lo ha denominado “broche de la credibilidad” de la
estrategia de ETA después del abandono de las armas. Pero, en realidad, todo es
más simple, como suele ocurrir casi siempre. En el imaginario de una gran
parte de la izquierda abertzale sigue latiendo aquel viejo slogan a favor de la
amnistía para los etarras - ¿recuerdan aquello de "no estamos todos, faltan los presos"?- que se gritaba en
las manifestaciones convocadas por las Gestoras de la nada. La aparición de los
63 exconvictos tiene el mismo valor que la aplicación de descargas de desfibrilador
a un cuerpo ya inerte, pero mantiene vivo ese imaginario que convierte en coral
las voces sueltas.
La
declaración de José Antonio Pastor, saliendo una vez más a la palestra en vez
de hacerlo su secretario general del PSE-EE y para calificar como acto de
propaganda el encuentro de Durango, acierta en que es propaganda, aunque omita
que la propaganda en política es sinónimo de comunicación muchas veces, algo en
lo que la izquierda abertzale saca cabeza a todos incluso en estas sus horas
bajas. Y acierta también en quitarle importancia al acto. Pero sería un error restarle
la trascendencia que tiene porque esos 63 expresos lo son porque antes hubo una
sentencia de un Tribunal Europeo que reconocía sus derechos frente a la
interesada lectura que el PP hace de la política penitenciaria para el conjunto
de la población carcelaria, aunque luego siembre la actualidad de indultos
igualmente arbitrarios e incluso descontados antes de ser concedidos.
Tanto
el ministro como el portavoz de los parlamentarios socialistas vascos prefieren
no recordar que ese encuentro cuenta con un auto del juez Santiago Pedraz, de
la Audiencia Nacional, oída la fiscalía, que reconoce que el derecho de los
convocantes a celebrar ese encuentro de Durango sin presuponer que sea un acto
delictivo. ETA decidió abandonar las armas, los presos todos pertenecientes
antes y ahora a la banda han decidido condenar la violencia, la lucha armada, y
aunque les quedan aún bastantes asignaturas por aprobar y actitudes por
comprobar, es de esperar que sea esa, la “vía Durango”, la que adopten porque
es la única que la Justicia y el conjunto de la sociedad está dispuesta a
admitir. La salida a la calle, frente al castigo añadido de demonización que
algunas asociaciones de víctimas del terrorismo e Interior pretendían aplicar,
es un paso trascendental dentro de ese nuevo tiempo que el comunicado de los
presos han abierto después de que ETA haya decidido dejar en sus manos el
futuro del proceso de paz. Para llegar ahí ha sido necesario mucho trabajo, mal
reconocido y mal calificado siempre, de organizaciones que, en definitiva, han
buscado la paz por encima de las diferencias y no se han resignado a que en
Euskadi imperase un estado de guerra ni un estado de cadena perpetua.
Es difícil que
nadie llegue a poder escribir con distancia suficiente el relato sobre la
violencia y la muerte sembradas por ETA, ni sus miembros podrán hacerlo. Esa
crónica tan ansiada por el lehendakari Íñigo Urkullu y que el PP tanto teme tendrá
que esperar a que se apaguen definitivamente los fuegos fátuos que a veces surgen
del suelo y de la historia como si fuesen organismos en descomposición, según
unos o, según otros, luces sin energía que se balancean de un lado a otro hasta
que desaparecen. No será ni con unos ni con otros con los que se pueda visualizar
el futuro. El auto de Pedraz aporta más a la convivencia que los exabruptos
ministeriales y que la propaganda, cuando esta sustituye al ejercicio de la
política, que a veces parece tan negado a algunos políticos.
Artículo publicado en Diario Noticias de Álava 11 de enero de 2014
http://www.noticiasdealava.com/
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