Foto: Uly Martín. El País |
Aquella noche en el Florida Park de Madrid, en el corazón del tiempo franquista y el parque verde de Madrid, cuando salía hacia de madrugada hacia Atocha iba con la convicción de que nunca olvidaría aquel encuentro, tu a tu, un aprendiz humano ante aquel monstruo de ojos preparados para emocionar con la voz y el gesto, aquellos inmensos brazos llenos de mundo y leyenda y un inmenso corazón ahora parado.
"Señora Chavela" publicaban en el periódico días después. Y ahí se quedó amarrada para siempre, en la contraportada, como cierre a todo lo importante que pasara en el mundo y comienzo de un futuro mejor y menos gris. Así ha venido todos estos años, hilvanada con el verde del Retiro, la luz de las pocas farolas y aquellas notas en voz baja antes de comerse el mundo a brazos llenos.
Los recuerdos tienen estas cosas. Reviven cuando los llamas o cuando te asaltan frente a la televisión o internet, como ella saltaba hasta la garganta con la llorona de cada vez y el vámonos pegado en tus oidos. Nunca acaba la vida de sorprendernos. Ni siquiera la muerte casi anunciada de estos días deja de ser un aguijón inesperado sobre el tatuaje imborrable de aquella noche. Pero la eternidad existe, va de uno a otro memoria en mano, extendiéndose como ese poncho rayado sobre las sombras del tiempo. No te mueras tu.
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