Foto Europa Press |
Sería mejor entender que las más destacada evidencia de que esa normalidad social y política va avanzando es que el Partido Popular que en Euskadi presidente el Sr. Basagoiti haya anunciado que es tiempo de poner punto final, no punto y aparte, al pacto que, en su opinión, sostenía el gobierno monocolor del PSE-EE que preside Patxi López desde hace tres años.
Entiende Basagoiti (valga la frase en memoria del admirado Antonio Tabucci) que es hora de dejar caer el gobierno socialista de Euskadi, cuando en Andalucía se consolida de nuevo un gabinete PSOE participado por Izquierda Unida y el PP busca un hueco de futuro para el trivencido Arenas, padre y amigo de tantas gentes y cosas en la historia y el presente del PP nacional. Porque entiende Basagoiti que si Andalucía reclama la confianza y derecho al propio autogobierno incluso en tiempo de tempestades económicas, no es sostenible que también Euskadi se sume con recursos de inconstitucionalidad a la aplicación de las medidas decretadas por el Gobierno de Madrid. Es comprensible que entienda que el apoyo al gobierno socialista de Euskadi es un apoyo indirecto a la rebelión en la granja autonómica, donde quien más manda es quien más trigo reparte.
Es de entender que el lider del PP vasco no quiera ser la causa de la estabilidad frente al descrédito alcanzado por el Gobierno de Rajoy en tan solo 100 y pocos dias, aunque eso ponga en entredicho ese halo de racionalidad y respeto que se había granjeado entre diversos ámbitos sociales y mediáticos. Entiende ahora Basagoiti que rezar ante el cristo de Medinaceli y poner velas en Begoña no es compatible para los intereses mayores, aunque haya que buscar aquello que el maestro Teófilo Marcos denominaba coartadas de comunicación, como la de que el PSE-EE se ha unido a los desunidos ex-innombrables para avanzar en el autogobierno y a convivencia, teniendo tan a mano al PNV para no tener que asustar a nadie, ni siquiera a la derecha económica en su conjunto que observa con lupa los pasos de este gobierno de tres años.
El amor se acaba también de no usarlo, que sería el mejor resumen de estos tres años de incertidumbre. Por eso hay que entender a Basagoiti y su desorientación porque en casa hayan puesto punto final a su aventura particular.
Pero, al final, la sociedad entenderá que es peor un gobierno de mantenidos, a la vieja usanza tan española, que un tiempo de impulso en solitario. Incluso para decidir la mejor fecha para ir a votar, sin ataduras basadas en un relato de incertidumbres y violencia.
Basagoiti entiende también, seguramente, que la sociedad vasca es adulta para reconstruirse en libertad y sin guardaespaldas políticos.
Basagoiti entiende también, seguramente, que la sociedad vasca es adulta para reconstruirse en libertad y sin guardaespaldas políticos.
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