viernes, 30 de marzo de 2012

29-M (y 3): Apagón y numerología

Dicen los expertos en numerología que el 8 es un signo del poder, de habilidad ejecutiva, de capacidad de gestión; que representa poder material y una tendencia al sacrificio pero sin frenarse ante los obstáculos.

Hablan para el número 8 de habilidades políticas, experiencia en el manejo del poder y la autoridad, afán por sus causas y por alcanzar el reconocimiento, capacidad de decisión y mando. Parece que el número 8 representa también la firmeza de planteamientos, autoexigencia y habilidad para alcanzar logros materiales de todo tipo.

Para quien se sitúa frente a él, el 8 puede ser un número fatídico. Llevamos meses jugando con ese número desde el Gobierno, con las cifras de déficit y con las del déficit oculto; las del déficit permitido para 2012 por la Unión Europea y las 5,3 (5+3) que finalmente nos han impuesto, una rebaja que a estas horas estará desvelando el sin sonrisa ministro de Economía.

Las cosas. La manifestación de ayer tarde en toda España, como acto final del dia de huelga general, concentró a 800.000 personas según datos oficiales. 800.000 concentrados es un tsunami humano no previsto, como Asturias o Andalucía. Porque, volviendo al 8, ese número se aproxima a 10, donde solo los valores de Raquel Welch eran insuperables.

Pero, sobre todo, el 8 deja muy atrás la esperanza fronteriza, la esperanza vana de un fracaso que se asentara en el 5, vaya, un aprobado sin méritos. El 8 u 800.000 de este 29-M es agrio además de insospechado. Añade a la mitad más de la mitad restante hasta el 10, es una puntuación sin retorno y que anuncia suelo firme en el futuro inmediato.

Frente al 8 no caben las cábalas del 16 menos de gasto eléctrico. Si esa es la visión del problema se equivoca quien así lo mire. Se equivoca asimismo quien utilice hoy dia ese sistema métrico social falseado, porque no aísla la realidad de la importancia del 8, el eco de la calle, aunque conviertan los medios de comunicación en colchones o sordinas. El cansancio ya supera la razón numérica y la secuencia de cifras incumplidas o impuestas, los pantalones arrastrados por el húmedo suelo de Bruselas o los 8 destapados de ese déficit añadido que los propios han dejado al Gobierno en bandeja, como aperitivo de futuros problemas.

Jugar con el 8, provocar hasta 8, es un riesgo. En el "punchinball" de la feria el 8 tiene premio y el 10 hace sonar la campana y cae el mayor premio. Jugar al 8, provocarlo, es un riesgo si no tienes en todo el control sobre el posible 10. Por éso, si el consumo eléctrico es el nuevo barómetro social, la próxima cita después del 1 de mayo puede ser el apagón total, el temido 10, el terrible millón de concentrados en las calles ante la mirada atónita de los leones de bronce que les vieron huir por las ventanas del Parlamento antes de que aquel primer millón de ciudadanos llegara ante ellos para escribir en las puertas aquel "Ya está bien".

29-M (2). Versos de aviso para Mariano Rajoy

La bondad de la poesía es su valor universalidad, su significado para cada cual lo escucha, los múltiples contenidos que se le imaginan a los versos que alguien escribió en un sentido tan específico como el que le impulsó a hacerlo. Hoy, mientras las mangueras limpian las huellas del 29-M de tanto paso lento y pesadumbrado, he recordado unos versos de una canción, tan hermosos como plenos de vigencia para tu interés y sensibilidad. Son de Fito, si el de los Fitipaldis y antes Platero, que sigue dejando volar a ritmo de rock palabras y montones de emociones por si te alcanzan.

La canción se llama "Catorce vida son dos gatos" y de ella te he resaltado unos versos sueltos, si es que un verso suelto no es a veces mucho más que un poema completo.

"Tanto se gritó diciendo nada
no pudimos ver con tanta luz
yo buscaba el cielo en tu mirada
y nunca sabré lo que encontraste tu.

Que te traigan flores las mañanas
que no pases noches sin dormir
que el sueño se pose en tus pestañas
que uno de esos sueños que me sueñe a mi

Detrás del viento un huracán
se fue formando en la cabeza
cuando te cansas de sufrir
siempre me dejas

Mi corazón es de cristal
no guarda nada que no veas
solo un pequeño resplandor
de nuestra hoguera

Mi canción, que nace del fracaso
es solo una piel sobre la piel
algo que se besa y sabe amargo
es mi boca seca, nada que beber

Pobre corazón
que no sabe qué decir
si te vas por lo que soy
o por lo que nunca fui

Hay caminos que hay que andar descalzo
ya no te preocupes más por mí
siempre me entra arena en los zapatos
esta vez me quedo aquí

Si te cabe el cielo en un abrazo
se que habrá una estrella para ti
si catorce vidas son dos gatos
aun queda mucho por vivir"

Ya ves: la vida, como los versos, son una advertencia continua.






jueves, 29 de marzo de 2012

29-M: El sarcasmo en la guarida


Acaba de arrancar la manifestación de esta tarde de dia de huelga general contra la reforma laboral, que es como hemos venido a llamar esta estrategia de "Todo a 100" días de regresión política, social y económica, los días que, a falta de dos, lleva el PP gobernando. Todavía sigue saliendo gente hacia la Puerta del Sol en Madrid, hasta la puerta misma de la sede del Gobierno de la Comunidad madrileña que preside Esperanza Aguirre.

No está mal elegido el lugar de concentración para cerrar la marcha, la puerta de la madriguera de la peor carcundia que nos ha tocado vivir después de tantos años esperando esa normalidad que reclama el empresario Rosell, mientras la sonrisa se le va helando en la comisura de los labios como a Arenas en Sevilla. 

No era suficiente conocer, estar en el secreto del programa secreto del PP y formar parte de él; Esperanza tuvo que recordarnos que su nombre hoy es un sarcasmo además del de una Virgen que la semana que viene pasean por provincias. La puerta del sol luce con fuerza en primavera, animando como en el resto del país a salir y celebrar este día de protesta como el final de una feria, aunque sabemos que solo es el comienzo, la octava del inicio de esa oferta, la del deprisa/deprisa que decía Saura, antes de que despierten del susto electoral y del letargo del fracaso socialdemocrata. Esperanza/sarcasmo dio rienda suelta a sus más íntimas emociones sociales y pidió que también hoy fuésemos vigilados, controlados, prevenidos, asustados nuevamente; reprimidos en una palabra.

Desde la Puerta del Sol, a la noble Aguirre se le ha subido hasta la boca un reflujo de clase social antiobrera de la mejor casta. A estas horas, con la plaza llena y ella al sol de su jardín, vive el trastorno de saber a qué sección de la clase trabajadora pertenece, si ha de seguir el mensaje de su Gobierno mayor y de sus compañeras presidentas regionales, que argumentan el sarcasmo de reclamarse como partido de los trabajadores ..... para el lejano futuro. Y Esperanza sabe que, peor aún que explicar un mal chiste es argumentar un sarcasmo.

A esta noble/astilla en el magro del PP la Puerta del Sol le es propia como lo eran las barcas al estanque del Retiro. Sabe que cuando recibe a una ministra del Gobierno no precisa bajar los tres escalones que separan el nivel del patio del nivel de la calle, por donde los ministros entran. Por donde entraba este Gallardón/cangrejo, su antecesor como titular de la sede y de la Presidencia madrileña; por donde entraba y salía Cela en un solo acto cuando aquello era la Dirección General de Seguridad del franquismo. Ahora, cuando el sol va bajando, aún esos extraños de las banderas y las pancartas se van concentrando delante como si tal cosa, con la indiferencia a la que se llega después de tanto esfuerzo por buscar unilateralmente la normalidad y borrar rincones de memoria.

No es suficiente que el poder financiero nos vigile, que nos vigile la Unión Europea como buenos alabarderos de quienes quitan y ponen políticas y presidentes de gobiernos democráticos; que nos vigile el miedo de la reforma del día después; que hasta entre la izquierda se extienda la desconfianza sobre el prójimo próximo como decía Benedetti.

Hubiera sido una buena comisaria general de Policía, su aspiración era ser delegada del Gobierno; ser ministro es menos importante y Presidenta de la Comunidad de Madrid un aperitivo en su ambición. Esperanza sólo es un nombre más en el escenario popular, pero es de la personas que hace que no gusten las huelgas generales, no por temor, sino por desconfianza; porque sabe trasladar la idea de que una huelga general, si es evitable mejor, pero en todo caso es la medida extrema posible contra la agresión social. Y después no queda otra, porque la búsqueda de la normalidad que el empresario Rosell añora nos ha hecho más civilizados. Una normalidad añorada con la comisura izquierda de la boca, mientras en la comisura derecha se incitan los temores colectivos, se impulsan otras violencias.

A veces tenemos la sensación de que la historia nos ha llevado hacia una deriva en la que, erróneamente, la supuesta desaparición de la lucha de clases alimenta la aparición de políticas, propuestas políticas, y polític@s sin cerebro y, si no es peor aún, sin memoria. 

No, no me gustan las huelgas generales, porque es dejar la búsqueda de soluciones en ese espacio límite donde casi nada es posible ya, porque es trasladar a la sociedad que trabaja lo que socialmente no hemos sabido resolver con tiempo desde la política, nuestro peor fracaso. No me gustan los dias de huelga general, ni con este sol agridulce de la Puerta del Sol, si no fuese porque me dejan en la boca el sabor de otros labios en ese rato de ocio forzado por quienes han convertido su sarcasmo en ideología. 

miércoles, 21 de marzo de 2012

En tu nombre: María

Supuse que ya no volverías cuando vi que la luz del salón se apagaba. Sabía que estabas allí por el movimiento de muebles y la desbandada de los pájaros que anidaban de costumbre en el patio, al cobijo del silencio y de tu ausencia. Me había comentado mi padre que estabas por aquí, aunque hace tanto que no nos vemos, como los postes de la luz, quietos, fijos al suelo, mirándose a diario cruzando solo cables para palabras ajenas.

Esta forma de entender las cosas que me enseñó mi madre, con calma, una cierta distancia y guardando los sentimientos con los dientes caídos para el ratón Pérez, debajo de la almohada, me vino bien esta tarde anochecida, para dejar la memoria quieta y volver a mi libro según volvía la oscuridad a la casa. La costumbre de no verte se instala en la bisagra de los días y pasan en silencio, sin crujidos ni sobresaltos, aunque se que en el quicio de la puerta se van apilando las horas, apretadas junto a los días de hace tanto tiempo.

Era previsible. Podía haber pasado antes incluso. Ese abandono continuado a cal y canto ya no era normal en ti. Es verdad, como tu decías, que convivir es más que ser vecinos. Y esa convivencia a salto de muro había sido estrecha. Tu nos oías jugar en el patio, a este lado de ti; oías a mi padre andar en la cocina y a mi madre hablar por teléfono para decir que Alex había nacido bien, como un rey menor entre hadas mayores.

Yo te veía de noche, desde donde estoy ahora, desde mi mesa, frente a la ventana del piso de arriba. Sentado en la butaca blanca de plástico, mirando fijamente hacia mi casa, o por encima de mi casa hacia no sé donde. Ensimismado con un punto fijo a la luz de la luna y ese farol que asomaba, como una luna nueva, por encima de la tapia, por detrás del ciprés. Y siempre, bueno, casi siempre, por detrás de tu mirada, el sonido del agua de esa fuente artificial que decías que te llevaba hasta el patio de los naranjos en Córdoba. Igual era allí donde estabas cada vez que te veía mirar, quieto, fijamente hacia arriba, como si nos mirásemos a los ojos tu y yo.

El ruido de los muebles me había sacado del libro un par de horas antes. Fue como un timbrazo de aviso que me llegaba desde abajo, una alerta llena de significado y, de nuevo, sin palabras. Te vi cruzar el ventanal del salón y mirar el laurel, y me pareció ver crecer en tus ojos, en un segundo, toda esa historia verde que durante tantos años había ido ascendiendo ante mi a base de goteo excesivo, de sombra creciente y olor en las manos. Luego pasaste la mano por el cristal, como los mimos cuando inventan cristales que no existen, seguramente para convencerte de que todo era real, incluso el frío sol de esa tarde.

Anoche pasaban una película en la tele en la que se veía a personas que cerraban los ojos y se preguntaban unos a otros donde tenían los ojos, los oídos, los labios. Y unos y otros iban buscando con las manos cada parte para confirmar que reconocían el cuerpo, la cara de los demás. Un ejercicio de memoria decía que era lo que hacían. A mi me recordaba esas miradas perdidas de algunas tardes, con el libro entre las manos, cuando miraba la hiedra, el rosal asilvestrado, ese árbol enorme que se cruzaba por medio de nuestras casas pero que saltaba el muro y unía como sin querer los dos patios; me recordaban tanteando con sus manos las caras de los otros aquellas mañanas en que yo me dejaba mojar las manos con los hilos de agua de la fuente entre las risas de mi madre; me recordaban cuando ya no estabas e iba repasando con los dedos de la memoria los ratos de sombra bajo el toldo azul oscuro, por la noche os juntabais por no se qué cumpleaños y los pájaros esperaban que os marchaseis para inundar las ramas que invadíais de luz.

Sabía que, antes o después, lo harías, que apagarías la luz para marcharte. Por eso el clic clac del cerrojo ya no me dijo nada nuevo. Sólo que una tarde de estas, cuando menos lo espere, veré una cara en la ventana, que ya no serás tu, y el quicio de la puerta se habrá vaciado de memoria.

lunes, 12 de marzo de 2012

Aquella inútil Transición



Han esperado, han tenido que esperar, casi cuarenta años. Esa cifra maldita en la historia peninsular que estigmatizó la libertad en España y dejo hechas cenizas la convivencia. 

Casi cuarenta años de voluntad y anhelo de progreso para la mayoría de la sociedad,
desde que las aguilas negras pasaran a convertirse en gaviotas azules. Casi cuarenta años ha estado la derecha española escondiendo, intentando esconder, su verdadera faz, poniendo al frente a líderes discutidos, soberbios maniatados a la oportunidad de sus intereses o discretos registradores para quien, como para los registradores de España, para todos ellos, los empleados trabajan a comisión, comparten gastos y atienden el negocio. 

12 de marzo de 2012
Los empresarios se convencieron de la necesidad de la unidad como mejor defensa frente a una sociedad en la que aun los trabajadores se llamaban como tales así mismos y se organizaban incluso desde la anarquía. Los convenios colectivos fueron su herramienta para encauzar el embate sindical y Pedro Arriola, hoy asesor, era solo un ayudante de otros navalones, fabianesmárquez, martinferrand o diegosselva. Y aquel blanco chalet de la madrileña calle de Serrano arriba dio a luz una asociación empresarial y puso nombre catalán a un líder que se dejaba, entonces como ahora. 

Escarbaron en el camino de la transición para ir marcando los jalones de su ascenso y siempre encontraron una mano enfrente que poder estrechar de madrugada con acuerdos marco, o por el empleo o consensos interconfederales mientas los "bichitos" del gran escándalo de la colza se comía a los humanos sin tan siquiera oler a la UCD. 

Dejaron crecer el espécimen de que los sindicatos siempre eran convenientes para los empresarios y, en consecuencia, sospechosos. Y así fueron tejiendo la malla que durante casi cuarenta años les ha permitido sumarse al espíritu de la Transición política como uno más y como el que más, sin apariencia ni fe de converso. 

Por eso echaron por tierra esa soberbia inaudita del Aznar mayoritario, antes y durante la masacre que estos días rememoramos, la de Atocha y sus efectos colaterales. Por eso comprobaron con estupor y dijeron que nunca más perderían la ocasión de recuperar las posiciones iniciales que les definieron antes y para siempre. Una inesperada victoria socialista que les retrasaba el plan y los beneficios. Un presidente igualmente débil,  desaparecidos ya los grandes apoyos externos que ayudaban a forjar futuro. 

Por eso Aznar reclamó siempre su delfinato frente a la derecha empresarial, cada día menos nacional y menos oculta la falsedad de su conversión. Por eso Aznar sufrió la afrenta de presidir una Fundacion y clases magistrales mientras los verdaderos herederos de aquella derecha matriz dirigen entidades bancarias o forman filas junto al Secreto Mejor Guardado de Mariano Rajoy. 

Casi cuarenta años después, no han perdido un minuto: extender la amenaza del lobo que viene y esconder que es el lobo quien avisa, mezclado ya entre corderos, ya entre matojos de crisis monetaria, ya entre oraciones de una iglesia que nunca dejó de ser tan española. Y renegar de todos aquellos escenarios de transición que les fueron provechosos y que nos hicieron ser mejor vistos en Europa. 

Han mezclado aristocracia con política extrema, ladrillo con nobleza y han conseguido dar la vuelta al siglo que vivimos, como si cien y no cuarenta años hubiéramos retrocedido. 

No nos costaría mucho decir que la transición fue inútil a la vista de la presente reforma laboral, que resta valor al hombre y prioridad a la mercancía. Lo grave de verdad es que ésa no es toda la verdad. Pero por los pelos que nos dejamos en aquella gatera de ayer hoy no hay otro grito posible que la sociedad española esté dispuesta a escuchar. Cinco millones de parados son su coartada. También nuestro espejo.

viernes, 9 de marzo de 2012

Euskadi: Más que vecinos

Desde la tribuna de público, o de invitados, las palabras llegan desde los altavoces tamizadas por la distancia, incluso en ese hemiciclo bañado de madera clara. El frío ha retornado a la calle, ajeno a los deseos de sol e imprevisto, pero dentro el viento no atraviesa ventanas. Esa temperatura llega hasta arriba con mayores grados de cortesía sobre lo habitual, con palabras medidas y un tono a mitad de camino entre lo solemne y lo esperanzado.

Todo tiene un aire de sesión de investidura, como si el tiempo transcurrido hasta este pasado jueves desde hace casi tres años siguiese su camino pero ahora fuese necesario emplazarnos de nuevo ante un horizonte diferente, fuera de calendarios electorales, de ansias precipitadas de poner fin a la legislatura, más allá de lo que se espera de cada cual según se acostumbra. Como si una marea de verdaderos brotes verdes hubiera coloreado la blanca plaza de Vitoria-Gasteiz -esa que alguien escondía tras un muro de metal y hierba semimarchita- y hubiese que poner en pie el afán de hacer que prendan, para que de verdad esa ciudad sea la green capital de Euskadi, a un palmo de distancia de donde la voz se reconciliaba nuevamente con la discrepancia.

Con ese halo de ceremonia nueva, se anunció la propuesta de un futuro nuevo basado en una visión común de la historia de estos últimos 50 años o la voluntad de que las diferencias nos hagan mejores como sociedad; que el Parlamento vasco, que puede encumbrarse sobre tanto poder desperdigado, es el marco para buscar la línea recta sobre la que escribir el futuro  y dejar al dios de cada uno las líneas curvas; que no hay peor conflicto que el que se aborda desde el objetivo del desacuerdo; que nadie puede volver a imponer lo que los ciudadanos no valoren para sí mismos y que el valor mayor de la persona es su integridad.

Desde allí arriba retumbaba la voz de nuevo: "Normalicemos la diferencia", "el futuro del país lo modula ya el fin de la violencia", "el objetivo es la convivencia". Y uno cae en la cuenta de que ese jueves convivir era mucho más que ser vecinos, que alguien debe impulsar esa nueva cultura en la que lo normal es encontrarse y que, como oíamos decir, "la política debe empujar la esperanza de los ciudadanos".

No han pasado muchos días aún desde aquel en que las calles de Euskadi se levantaron con una nueva luz, desconfiada, insegura, pero luz. Ahora, tan poco tiempo después, ya miramos sobre cómo llegar a no tener que clasificar los sufrimientos. Tiempo habrá.

Era jueves, pero era un jueves de pleno diferente. Y allá arriba, en las butacas de invitados, la memoria traía aquel día de trinar de pájaros y sol sobre las flores de las Ramblas de Barcelona, aquel día, tan lejano, tan abierto, tan esperanzado, cuando en Euskadi se aprobaba un Estatuto.

Foto: A la derecha, Jesús Loza, Comisionado para la Convivencia. 
(Fuente: El Correo. )


miércoles, 7 de marzo de 2012

En tu nombre: Laura

Laura tiene alergias. Un largo rechazo a no se cuantas cosas que la traen a mal traer. Pero con ellos ese rechazo no puede: el sol y el olor a azahar malagueño se pegan a su piel, como una nueva piel, que permanece a pesar de los días y el peso de las noches en blanco.

Tiene 23 años que le han ido cayendo como las hojas de una loca puerta giratoria, con un descubrimiento, un golpe o una caricia a cada vuelta. Estudia. Laura ha vuelto a coger los libros y decidió, en una de esas vueltas de la puerta giratoria, hacer psicólogía infantil.

En el Rubicón de una adolescencia tardía, madura sin querer y con algunos faros marinos destrozados, decidió penetrar en las razones, en los meandros de la mente infantil, por los que ella ha transitado tantos años y tan procelosamente. Saldrá triunfadora de esa travesía, aunque los faros ciegos no consigan atravesar la arena con sus señales.

Laura sabe que no es fácil. Ni siquiera vivir es fácil. No será fácil andar en Andalucía en los próximos años, tan crudos como en el resto, pero más oscuros, más desesperanzados porque en los momentos de crisis los seres humanos se dividen entre los que empujan al abismo y los que advierten de la profudidad del abismo. Y unos más otros pueden invitar a perder la esperanza. A los demás.

Laura ha puesto la esperanza por delante y va a hacer abuela a su madre. Bisabuela a esa vigía permanente que es la madre de su madre, y de paso les hará algo mas felices a los demás, porque su valentía enaltece los miedos de esos otros y su arrojo les pone alas para levantarse de esta lona donde un día les arrojaron desde Nueva York unos desconocidos aprovechando que Dios y Marta Harnecker se habían ido a un evento de la HOAC.

Ya sabe que será un niño, por ahora, lo cual es una alegria para el futuro, cuando vuelva el futuro a su sitio, para no tener que pelear tanto por un puesto de trabajo como iguales entre desiguales.

A Laura le gustaba posar ya en esa época en que las coletas se le rizaban y sus ojos cerraban con coquetería infantil aquellas hermosas pestañas, aunque ya sabía que las sombras que se estaban extendiendo por encima de su piel, como ese olor a azahar de ahora, penetraban por los poros, directos al corazón, donde se esconden por un rato las emociones.

Laura piensa que si es niño, como parece, pondrá un gramo en la balanza desequilibrada de su casa, donde las mujeres pelean contra el odio y arañan la ternura al anochecer.

Laura está feliz de ser madre, de ser niña madre frente a tanta desesperanza. Lo viene diciendo estos días, como un estallido prematuro de vida, conquistada de improviso su condición mayor, la de apostar una vez por dos al mismo tiempo.